Vox ha solicitado los nombres y apellidos de las personas que imparten talleres LGTBI en los colegios madrileños.

Señalando así a aquellos esbirros de eso que ellos denominan "ideología de género" que al parecer pretende confundir y contagiar a los niños y niñas con pensamientos extraños.

Dando a entender que lo que se hace en estos talleres es proporcionar ideas que corrompen a los menores y que son los padres y madres los que tienen que decidir qué enseñar en la intimidad del hogar.

El problema es que en esa intimidad nunca se ha hablado de nada.

Nunca se ha hablado de sexo o de diversidad.

Y eso lo que ha generado es muchísima violencia y sufrimiento en nuestras mentes y nuestros cuerpos.

Solo por el hecho de negar y obviar la realidad.

Que es que entre ese alumnado igual que hay personas que son heterosexuales hay personas que son homosexuales, bisexuales, asexuales, intersexuales, de género no binario y trans.

Y las personas heterosexuales necesitan conocer que su orientación sexual no es la única, ni la mejor, ni la normal.

Y el resto de personas diversas necesitan conocer que no están solas, que no hay nada malo en ellas, que todo está bien, que es natural ser como eres y ya está.

Por supuesto que esto es labor de la educación reglada.

Porque allí donde los padres y madres fallan estrepitosamente.

Donde invisibilizan el mundo.

Donde se ponen del lado de todo aquello que nos hace daño.

Que nos hace la vida peor.

Tiene que estar el aparato estatal para reparar esa fisura emocional.

Porque si tu padre o tu madre no te quieren como eres.

Es que no te quieren.

Pero tienes que saber que hay mucha gente que sí va a quererte por lo que eres.

Y en esos talleres, lo comprendes.

Yo también pediría los nombres y apellidos de las personas que imparten talleres LGTBI.

Pero para darles las gracias infinitas.

Por no dar por sentadas nuestras orientaciones e identidades.

Por explicitar nuestras vivencias.

Por enriquecernos y mejorarnos haciendo que sepamos más.

Por luchar contra la intolerancia, la ignorancia y el miedo.

Por ayudar a que nos queramos.

Por darnos herramientas cuando más vulnerables nos sentimos.

Por hacer de este lugar algo más seguro y habitable.

Por respetar y confiar en nuestras existencias.

Así que apunta mi nombre, Vox.

Y el de todas las personas que creemos firmemente en la libertad.

Resulta que somos muchas y ya no tenemos miedo.

Y podéis seguir odiándonos con toda esa cobardía que os caracteriza.

Haciendo listas negras y sugiriendo que podemos curarnos.

Diciendo que preferiríais que no tuviéramos hijos e hijas.

Pero esto no va de lo que vosotros prefiráis.

Esto va de derechos humanos.

Y lo que no vais a conseguir es que desaparezcamos.

Porque estamos en las aulas, en las televisiones, en las redes sociales, en los bares, en los despachos, en las instituciones, en las calles, en los cementerios, en los libros, en los festivales, en las canciones, en la memoria, en las palabras, en las familias, en los matrimonios, en los hospitales, en las revistas, en las camas, en el futuro, en las manifestaciones, en las leyes, en los veranos, en la luz y en los cuerpos.

Estamos en la vida.

Porque esta vida será diversa.

O no será.