Sé que muchos me vais a poner a parir por esto, pero alguien tiene que decirlo. Los grafitis de Banksy están muy muy muy lejos de ser grandes obras de arte. Son ingeniosas, comprometidas, cañeras, divertidas, sorprendentes… pero demasiado simplonas para ser equiparadas a las de los grandes artistas de nuestro tiempo.

En mi opinión tienen éxito porque encajan perfectamente en este mundo nuestro de las redes sociales. Sus grafitis, murales o estarcidos tienen todas las características necesarias para viralizarse en Twitter:

1.- Son esquemáticos, perfectos para ser vistos en la pequeña pantalla de un móvil.

2.- Resultan facilísimos de entender.

3.- Contienen una crítica tan políticamente correcta que cualquiera puede estar de acuerdo con ellos y retuitearlos.

Esto es maravilloso si tu objetivo es llegar a la mayor cantidad de gente posible. El problema es que una buena obra de arte requiere mucho más que los dos segundos que tardamos en ver, entender y compartir un Banksy en Twitter. Las obras buenas de verdad tienen diferentes niveles de lectura, significados ocultos, recovecos. Requieren esa cosa que cansa tanto llamada reflexión. Cuando tardas un segundo que entenderlas… malo.

En el vídeo de esta semana tenéis la demostración definitiva de lo que os cuento: comparamos a Banksy con un verdadero maestro como Goya. Después de verlo, no tendréis dudas...