Ante la falta de referentes intelectuales, la derecha se agarra a lo primero que pilla y lo instrumentaliza, trampeando su contenido y arrimando el ascua a su sardina. No es algo nuevo.

Antes de la Revolución Francesa, mucho antes de que se nombrasen izquierdas y derechas, los monjes medievales traducían los textos clásicos a su manera, según les viniera el interés; de ahí que buena parte de los mismos se encuentren tergiversados. Parménides es un ejemplo de esto. El libro recién editado por Atalanta en castellano de Peter Kingsley, titulado 'Realidad', da buena cuenta de ello.

Pero hoy no venimos a hablar del libro de Kingsley, sino de otro, recién publicado por la editorial Galaxia Gutenberg, y cuyo título ya nos avisa del flanco por dónde van a llegar los tiros. Se titula 'El fascismo de los antifascistas' y es una recopilación de reflexiones firmadas por el cineasta Pier Paolo Pasolini, un comunista que la derecha de nuestro país ha puesto de moda desde que a Toni Cantó le diese por utilizar uno de sus textos para un discurso en el Congreso. No está de más recordar que Cantó lo hizo entre una chaqueta y otra del mismo sastre.

En el texto al que se refería Cantó, y que fue celebrado por los derechistas, Pasolini situaba a la policía represora como víctima de los ataques recibidos durante el Mayo francés, siendo la policía –según Pasolini- la expresión proletaria ante la rebeldía burguesa de los estudiantes. Cualquiera con un mínimo de formación intelectual se dará cuenta de que el texto de Pasolini fue una provocación más de las muchas a las que el cineasta acostumbraba para épater un acto tan legítimo como lo fue el mayo francés. Lo que sucede es que la derecha no brilla por su formación intelectual, de hecho, si lo hiciese, no sería la derecha. Y Pasolini, para hacerse notar, tenía esos ataques de esnobismo.

Cualquiera que haya visto estos días las imágenes de lo ocurrido en Cádiz podrá percibir que, aunque la policía sea una fuerza formada por personas trabajadoras, carecen de conciencia de clase. Por lo tanto, más que pertenecer al proletariado, los integrantes de las fuerzas de represión directa pertenecen a ese proletariado en harapos o lumpenproletariado del que hablaba Carlos Marx en 'La lucha de clases en Francia'.

Pero si de algo carece este país, y no digamos la policía del mundo, es de cultura de raíz política; una cualidad de la sangre que bebe de la ética, y que durante más de 85 años ha sido secuestrada de nuestras calles por parte de la clase dominante. Sí; esa misma clase que cuando siente peligrar su statu quo, saca las tanquetas a pasear. Luego está Toni Cantó, que abreva en el pilón de los privilegios, y que por dárselas de intelectual agarra un texto flojote de Pasolini y se sube a la tribuna del Congreso para presumir de lo que más carece: cultura.

Con el campo abonado, una editorial de buen gusto y con un catálogo lleno de calidad, como lo es Galaxia Gutenberg, aprovecha y planta el volumen en las librerías con mucho tino comercial. Lo hace para que la gente de derechas y también, por qué no, la gente de conciencia moldeable, lea los textos más esnob de un gran cineasta. En fin, que así están las cosas en este país con respecto a la cultura, lo más parecido a una prostituta que espera al final de la barra a que alguien la invite a un trago o la saque a bailar. País.