La crisis inmobiliaria que desencadenaron los pijos de Lehman Brothers se hizo sentir en nuestro país desde la perspectiva de la Teoría del Caos y su Efecto Mariposa; una realidad cuyo aleteo acarició la bolsa de las clases privilegiadas e hizo cuadrar caja a las clases subalternas. Lo de siempre.

Pocos años antes de la sangría, entre 1997 y 2001, surgió la burbuja puntocom, otra jugadita de pijos que hizo estrellarse en bolsa a compañías vinculadas a Internet como Terra. Con el nuevo siglo todo se vino abajo y en el año 2003 ya no quedaba rastro de todo aquel fenómeno. Con esto podemos trazar una cartografía de azares que bien puede servirnos de modelo para lo que va a venir.

Porque la economía de casino, la que maneja el capital financiero que no sabe estarse quieto, anuncia nueva quiebra. Y todo esto viene al hilo de la última novela de Lawrence Osborne publicada en castellano, el autor inglés que tanto recuerda a Scott Fitzgerald combinado con Paul Bowles y Raymond Chandler a partes iguales, y del que la editorial Gatopardo está traduciendo todo en nuestra lengua. La pequeña editorial de Lucas Villavecchia lleva apostando por Osborne desde hace un lustro, cuando nos presentó su ensayo crítico 'El turista desnudo', todo un ejemplo de libro de viajes escrito desde la fina gramática del odio.

Su última novela, la que aquí nos ocupa, se titula 'Maldita suerte' y cuenta las peripecias de Lord Doyle, un jugador abrasado por el vicio de las apuestas. En realidad, Doyle no juega por ganar, sino que juega por algo más profundo, juega por sentir el juego y sobre todo por sentir la derrota. Cuando gana siente que algo le falta. No quiero desvelar la trama de la novela, ni mi lectura entre líneas, tan solo apuntar que se desarrolla en los casinos de Macao y que es una novela psicológica envuelta en el ambiente kitsch que sirve de pantalla para mostrarnos las aristas, las luces y sombras de la condición humana.

Sus personajes son redondos, nada que ver con los pijos que juegan a la bolsa y experimentan con alas de mariposa. El último experimento de estos pijos ha sido el de las criptomonedas, dejando la plataforma FTX en bancarrota. La burbuja bitcoin ha pinchado hace unas semanas, lo que lleva a la cartografía de azares ya trazada y el preludio de la crisis inmobiliaria que se nos viene encima. Otra burbujita que acaba de pinchar aunque no queramos enterarnos aún. El banco de inversión Blackstone, léase nuestro casero, ha limitado la retirada del megafondo inmobiliario, lo que supone el final de un juego que los pijos mantenían en activo sobre la mesa del capital.

Por estas cosas uno siente rechazo hacia los pijos que juegan a la bolsa y siente simpatía hacia personajes como Lord Doyle, un glotón al que nada llena, sólo la derrota, hundirse en el fango, perder hasta hacerse insignificante, pero eso sí, siempre con guantes. Y con esa pulcritud extrema que se trae a la hora de apostar un dinero que nunca fue suyo, que procede de una estafa a lo grande. Porque Lord Doyle, a diferencia de los pijos que nos manejan, sabe que robar un banco es empate.