Hace unos días, Pablo Iglesias, en una de sus intervenciones radiofónicas, señaló que la base estructural de la corrupción está en el amiguismo de todas aquellas personas que se acercan al poder político para engordar sus cuentas bancarias. ¡Esa casta!

Con todo, lo que señala Iglesias no es algo original de nuestro país. En Estados Unidos, país hegemónico occidental, viene a pasar tres cuartas partes de lo mismo. El escritor norteamericano Don Winslow, en su obra 'La frontera', hace un retrato de la llegada del trumpismo a las instituciones yanquis. El yerno de Trump aparece como personaje camuflado en la trama del blanqueo del tráfico de drogas.

Con un estilo sumarial, cuya influencia más marcada es la de James Ellroy, el escritor Don Winslow construye una novela crepuscular que cierra la trilogía que comenzó con 'El poder del perro', y que tuvo su continuidad con 'El Cártel'. Con estas tres novelas, Winslow consigue un recorrido a través de los años del tráfico de drogas que tienen su origen en México. Heroína, base y fentanilo, una epidemia que, a su paso, va dejando dividendos y mordidas en los estratos del poder, salpicando a la Casa Blanca.

Pero volvamos a nuestro país, pues, sin dejar de lado el consumo de drogas, el otro día, Unidas Podemos -y luego ERC y Más País- abrieron el debate en el Congreso por la legalización del cannabis, no sólo para su uso medicinal, sino para su consumo. No puede ser malo algo que abre el apetito, llama al sueño, y despierta el deseo sexual.

¿Por qué no podemos fumar porros con todas las de la ley de la misma manera que se consume el tabaco y el alcohol? Eso, por un lado, no sólo generaría un dinero para el Estado, y acabaría con las mafias que se encargan de distribuir el fumeque, sino que nos ahorraría tiempo a los consumidores habituales a la hora de tener que salir a buscar material. Ya sabemos que el camello se hace esperar por darse importancia. Sí.

Si el debate llegará a concretarse, en breve, podríamos encontrar yerba de distintas calidades y grados, como las podemos encontrar en los clubes cannabicos, pero más a lo grande, sin marginalidad. Pero claro, esto tiene otra lectura. Porque si llegase a legalizarse, el éxito de acabar con la prohibición no vendría dado por un proyecto de ley, sino por algo más perverso. La legalización se debería a que el cannabis y sus derivados apenas dejan dividendos y mordidas, y a las mafias les da igual. Ya sabemos que de lo que sacan dinero es del polvo, blanco o marrón.

Si hay un libro donde se nos cuenta la relación entre el poder político y el tráfico de cocaína, ese es el titulado 'Fariña', reportaje escrito por Nacho Carretero y que nos lleva de paseo por las distintas etapas del narcotráfico gallego, desde el contrabando de tabaco hasta la asociación con los cárteles colombianos. Narrado en un estilo ágil, el trabajo de Nacho Carretero clavó de lleno la estaca en el corazón del vampiro. Tanto fue así, que el vampiro enseñó sus colmillos y el libro acabó secuestrado durante un tiempo. Fue Pablo Iglesias uno de los primeros en recomendarlo, sugiriendo que nos iba a gustar a todas aquellas personas que nos había gustado 'El poder del perro'. Y acertó.

Hay una línea de sombra entre el poder político y el narcotráfico que debe de ser borrada para siempre, y eso sólo se puede conseguir legalizando por completo todas las sustancias, ya sean duras, blandas o morcillonas. El primer paso es el del cannabis.

Esperemos que el asunto no pare, como también esperamos que Pablo Iglesias siga teniendo los micrófonos abiertos para denunciar las estructuras del entramado del que somos víctimas.