La historia de la humanidad es la historia de la emigración, de la huida; la historia de hombres y mujeres que dejan atrás sus raíces para buscar frutos más allá de la línea que marca el horizonte. Hay que ser borrico, o borrica, para no verlo así, para estar tan poco informado. Sin embargo, existen personas que aunque no desconocen esto, utilizan la miseria ajena para sacar rédito electoral. Son la peor calaña.
En nuestro país no iba a ser menos y fulanos como Santiago Abascal o Pablo Casado pertenecen a este grupo de interesados en que el ser humano sea una mercancía más con su valor de uso y su valor de cambio. Hemos visto las imágenes de lo ocurrido en Ceuta. Sabemos que el origen del desastre queda resumido en la política egoísta del sátrapa marroquí, un privilegiado que se comporta con la misma disposición ética de indiferencia hacia sus semejantes que gastaba su padre, Hassán II. De herencia le viene al galgo.
Como no podía ser menos, aprovechando tal disposición, Pablo Casado ha planeado hacer pinza con el sátrapa para así desestabilizar más a un gobierno que se está cayendo a pedazos. Luego, por si fuera poco, mientras miles de personas llegaban a Ceuta huyendo de las hambres, aparece Abascal, que es como el Cid Campeador pero en versión de caspa y saldo, montado en la burra de las mamandurrias para decir lo de siempre, que si la patria, que si la unidad de España, que si la paella con chorizo y todas esas cosas que dicen los fachas cuando les da por abrir la boca. Tiene su gracia ver a este Cid Campeador de pacotilla señalar al inmigrante como la persona que nos viene a quitar el trabajo. No será el suyo, ya que, se desconoce en que ha trabajado el líder del la ultraderechona.
Dicen que el fascismo se cura leyendo. Por si acaso leen estas líneas Abascal y Casado, yo les recomendaría un libro de Georges Perec titulado Ellis Island (Seix Barral). Se trata de un libro breve, donde el escritor francés de origen judío explora y denuncia ese pequeño islote cercano a la Estatua de la Libertad, lugar hasta donde llegaban los inmigrantes europeos hace cien años para convertirse en ciudadanos norteamericanos.
El desarraigo, la marca de las vacunas en la piel, los detalles que para cualquier otro escritor pasan desapercibidos y que Perec los convierte en literatura de alta graduación, laten en cada una de sus líneas. Cualquiera que haya leído su famoso libro titulado 'La vida, instrucciones de uso', sabe a lo que me refiero. Perec hace magia con lo más cotidiano.
Ellis Island es un texto que va tomando la forma de un poema a medida que avanza, y donde la enumeración se convierte en inventario para denunciar este sistema que tanto nos subyuga; un capitalismo en su modo feroz, cuyas categorías se arraigan cada vez más en esta sociedad condicionada por la economía. Ellis Island es un breve paseo por la memoria que nos trajo hasta aquí y que algunas personas olvidan adrede, por interés electoral.
Porque la democracia, tal y como la piensan la mayoría de nuestros políticos, también es una mercancía donde los votos se canjean por dinero del que cuenta y suena. Tendríamos que retroceder en el tiempo y llegar a la antigua Grecia, donde los cargos eran elegidos por azar y las asambleas de ciudadanos decidían su suerte. De esa Grecia antigua de hombres sabios venía Georges Perec, un contador de historias que nos contó lo que pasa cuando aparentemente no sucede algo; uno de los escritores más imaginativos que ha dado esta vieja puta que es Europa y que sólo abre sus piernas cuando hay dinero de por medio. Lean a Perec y dejen de asistir al espectáculo pornográfico que están dando nuestros políticos. Sus neuronas lo agradecerán.