Tenían camisas azules, correajes relucientes y la mala leche de los señoritos. Pero con todo y con eso, no estaban completos. Faltaba lo más importante, es decir, el himno; el cántico que acompañase sus golpes de puño en pecho.

Necesitaban "una canción de guerra y amor" según su líder, un temita que encendiera a las masas. Para ello, José Antonio Primo de Rivera reunió a sus escribas entre los que se encontraban Dionisio Ridruejo, Agustín de Foxá y Sánchez Mazas.

Ya nos lo han contado muchas veces, tantas que, para seducirnos de nuevo con lo mismo, hacen falta ciertas dosis de talento. Eduardo Bravo lo tiene. Por eso, cada vez que la ultraderecha aparece en los informativos berreando cánticos sangrientos, lo mejor que se puede hacer es apagar la tele y ponerse a leer 'UMMO , lo increíble es la verdad'; un trabajo donde el periodista madrileño nos conduce a través de las estructuras sociales que mantienen en pie a esta España casposa y atrasada; un país que se niega a perder su bizarría.

Eduardo Bravo, con la agilidad que caracteriza su prosa, nos cuenta cómo la creación del Cara al Sol nació en un lugar tan inofensivo como los bajos del café Lion, en la calle Alcalá de Madrid. Un sótano al que se accedía bajando unas escaleras y que había decorado Hipólito Hidalgo de Caviedes, pintor figurativo que fijó su obra sobre los muros con un título alemán "Zum Lustigen Walfisch", que en castellano viene a ser "La Ballena Alegre".

Por decir no quede que los citados bajos del café Lion siempre fueron sitio de tertulia y conspiración. Por allí no sólo pasaron José Antonio Primo de Rivera y sus acólitos, dispuestos a convertir su prosa machacante y cuartelera en un himno que servirá de banda sonora al baño de sangre. Por los bajos del Lion también pasaron Valle-Inclán, Lorca, Bergamín, Miguel Hernández y Machado.

Una vez terminada la contienda, entrados los años sesenta, "La Ballena Alegre" alojaría en el sótano de su vientre a una tribu tan demencial como pintoresca. Se trataba de una tertulia formada alrededor de Fernando Sesma, funcionario de Correos, en la que se hablaba del avistamiento de ovnis y demás asuntos inquietantes.

En la tertulia se discutía profundamente sobre los fenómenos paranormales que conectaban nuestra mente con otras dimensiones del hiperespacio. Todo giraba alrededor de la relación del ser humano con seres de otros planetas. Los lunes a partir de las ocho de la tarde se debatía, se fumaba y se tomaba café con extraterrestres.

Fue allí donde tuvo lugar el origen de Ummo, el planeta misterioso que acogía a unos extraños seres; hombres de otra galaxia que hablaban como si tuvieran piedras en la boca. Desde "La Ballena Alegre" se tramaría todo un lío de apariciones de ovnis y visitas extraterrestres que tendría mucha repercusión durante años, dando lugar a noticias, libros y sobremesas en las que no se hablaba de otra cosa que de los Ummitas. Hay que hacerse el cuadro, en aquella época cualquier cosa que dispersase la atención del personal era bien recibida y, por eso mismo, lo del fenómeno ovni tuvo tanto éxito en la época.

Una mezcla de picaresca, candidez y poca formación cultural fue lo que hizo que el tema perdurase y atravesase los tiempos, llegando a conectar por azar, o como se diga eso, con la Cienciología y con una redada del Hotel Meliá ocurrida en el Madrid de finales de los ochenta; un follón que al ilustrador y pintor Pedro Lerma le pasa rozando, como si fuera la bola perdida de una fantasía de billar. Al final, Lerma va a ser víctima de un detective privado que acaba de montar despacho en Madrid tras pedir la excedencia como policía; su nombre: José Manuel Villarejo ¡Carambola!

Una historia muy loca y muy bizarra la que nos cuenta Eduardo Bravo en este libro publicado por "Autsaider División Sesuda", y que no tiene desperdicio para toda persona que guste de publicaciones en la línea de "Mondo Brutto" o "2000 Maniacos". Un acierto que nos ayuda a seguir cultivando nuestra memoria sentimental.