El poder es una sombra que se agita sobre el cadáver de Aldo Moro. Su cuerpo ha aparecido en la trasera de una furgoneta aparcada en una calle de Roma, a medio camino entre las sedes de la Democracia Cristiana y el Partido Comunista. El lugar elegido por los asesinos no es casualidad. Cualquiera que haya estado al tanto de lo sucedido en los últimos meses, capta el significado del mensaje.

Estamos en Mayo de 1978 y la gente se arremolina alrededor de la furgoneta de igual manera que se arremolina alrededor de los quioscos para ver la foto del cadáver. Viene en primera en todos los periódicos. Edición extra. Hacía poco menos de dos meses que las Brigadas Rojas habían secuestrado al político italiano. Durante todo ese tiempo, la gente había seguido la noticia como si se tratase de un culebrón. No había día ni noche que los telediarios no abrieran su edición hablando del secuestro de Aldo Moro, un demócrata cristiano que quiso pegar el tiro de gracia al Partido Comunista siguiendo el mismo patrón de Adolfo Suárez en España.

Porque si Suárez legalizó al PCE para así acabar con el partido comunista, Aldo Moro se abrió a colaborar con el PCI desde su posición mediadora en el gobierno para hacer lo mismo; pero eso sí, con la prudencia necesaria para que la cosa no se pusiese fea. Sabemos que Aldo Moro ya estaba avisado desde que se entrevistó en Washington con el presidente Ford, al que no le gustó la propuesta. Por eso, cuando regresó a Italia, Aldo Moro pidió un coche blindado. A prueba de balas.

Este acontecimiento que conmocionó al mundo se ha estrenado hace poco como teleserie. Se titula Exterior noche y en ella el actor Fabrizio Gifuni interpreta de manera magistral a Aldo Moro. En la citada teleserie se dan muchas pistas acerca del suceso. No sólo aparece Moro en su ámbito familiar, con su nieto, su mujer y su hija, sino también aparecen sus relaciones con el Vaticano y con miembros del gobierno. Sin ir más lejos, el ministro del Interior aparece como un hombre sexualmente traumatizado; sufre el desprecio de su propia mujer y esto le crea una serie de inseguridades que se van a manifestar cuando toque tomar decisiones a la hora de resolver el secuestro.

Pero mucho antes de la teleserie, el escritor Leonardo Sciascia publicó la crónica del secuestro y asesinato de Aldo Moro en un libro que es toda una lección de periodismo. Se titula El caso Moro (Tusquets) y en él, Sciascia nos cuenta como Moro fue condenado a muerte por las Brigadas Rojas de forma directa, y por su partido y el Estado de manera indirecta. No cuidaron por su integridad, negándole, entre otras cosas, el coche a prueba de balas.

Con esto, Sciascia nos pone sobre la pista del móvil de un crimen que impactó al mundo entero debido a su carga mediática. La escritura de Sciascia, su estilo sumarial, coloca sobre la mesa del forense los interrogantes necesarios para cuestionar las palabras que son emitidas desde arriba, desde el poder, agitando su sombra sobre el pueblo. Y Sciascia se dedica a alumbrar, a poner luz a las sombras dominantes. Por eso fue un autor incómodo para ciertos sectores.