No son tiempos para ponerse plazos. La política no está para sincronizar relojes. Y mucho menos si los tiempos de la justicia también juegan. Tampoco es recomendable jugársela con una fecha.

La investidura iba a ser la semana del 16 de diciembre. Pero llegó esa semana y no pudo ser. También se pensó en la posibilidad de que el debate en el Congreso empezara hoy, 27 de diciembre. Pero los cálculos para acabar el año con Gobierno se han disuelto como un azucarillo en un café hirviendo. Las prisas no son buenas consejeras en situaciones límite y estratégicas. PSOE y ERC intentan resolver el nudo gordiano que permita desencallar la situación y desbloquear la gobernabilidad. No está siendo fácil, pero ambos partidos tienen intención de resolverlo. El problema es que unos y otros han dicho y hecho tantas cosas en el pasado que acercar posturas y encontrar el punto de encuentro no es sencillo.

Los días del último mes están siendo muy largos para Pedro Sánchez pero también y, sobre todo, para Adriana Lastra y Gabriel Rufián. Los negociadores más visibles de la investidura. Van a necesitar jornadas intensivas de descanso si es que dan a luz al pacto.

Ambos hablan cada día. Hay días que hablan cada hora. Tanto desde el PSOE como desde ERC nos dicen que las conversaciones nunca se han parado. Ni siquiera en los días que están transcurriendo hasta que la Abogacía del Estado se pronuncie sobre la inmunidad de Oriol Junqueras. ERC quiere esperar a que el escrito de los servicios jurídicos se haga público, pero mientras tanto ambos partidos siguen trabajando para perfilar el acuerdo.

Llevan varios días ensimismados en redactar cómo será la mesa de diálogo que han acordado poner en marcha. Parece de risa pero nuestros políticos han acordado hablar. Sí, así es. Ahora, además, están debatiendo de qué hablar y cómo hablar. Dónde sentarse, quiénes se sientan y para qué se sientan. ERC quiere compromisos por escrito. Una agenda con tareas y plazos. No quiere palabras bonitas ni nada que se convierta en papel mojado.

Los independentistas catalanes tienen a Junts per Catalunya pisándoles los talones, con una amenaza constante de adelanto electoral y no quieren firmar un acuerdo que se quede en el aire y sea su tumba en las urnas. A esto hay que sumar que dentro de ERC hay dos posturas: una más dura y otra más pragmática. Depende quién hable, sube el pan o baja.

Los socialistas están dispuestos al diálogo, no tienen ningún problema en establecer relaciones con la Generalitat. Pero quieren marcar los límites y dejar claro que no se saldrán del marco Constitucional. Redactar un documento que contente a ambas partes y que no les meta en problemas con sus adversarios políticos está resultando de las negociaciones más costosas de los últimos tiempos.

Si finalmente ERC y el PSOE firman un pacto que permita la investidura de Sánchez, la gobernabilidad será también una pelea diaria. Pedro Sánchez será elegido Presidente del Gobierno pero para él empezará un nuevo calvario: sobrevivir en el Congreso y hacer que la legislatura sea lo más duradera posible. Sánchez y sus Ministros no sólo tendrán que aprender a convivir con Unidas Podemos en el primer gobierno de coalición de la historia de España, además se pasarán los días haciendo números y hablando con unos y otros para sacar adelante las medidas que desean.

En la dirección del grupo parlamentario socialista tiemblan con lo que les espera. Cada semana tendrán que pelear con más de una decena de grupos el trámite de las iniciativas legislativas y salvar su aprobación en pleno.

Más de 10 partidos pidiendo que se cumpla su parte del pastel. Un socialista con amplia trayectoria negociadora en el Congreso bromea estos días diciendo que su vida transcurre entre la rotonda de Teruel, el corredor ferroviario de Cantabria y las naranjas valencianas. Y bien sabe que eso será lo que "taladre" su oreja cada día que dure el Gobierno.

Por no hablar de los presupuestos. La ley más importante de una legislatura. Sánchez gobierna desde junio de 2018 con las cuentas de Cristóbal Montoro. Bruselas exige cuadrar los ingresos, los gastos y, sobre todo, el déficit. La UE nos vigila con lupa y amenaza con la necesidad de hacer nuevos recortes si no nos ponemos las pilas. Así que una cosa es investir al Presidente y otra Gobernar. Ninguna de las dos cosas es fácil para Sánchez.

Prometió que no habría vacaciones parlamentarias pero no le ha quedado más remedio que parar las máquinas a la espera de los acontecimientos. ERC marca los tiempos aunque a Moncloa no le guste reconocerlo. Y así será si finalmente hay Gobierno. Porque los presupuestos también dependerán de los independentistas catalanes. Entonces habrá que hablar de la rotonda, las naranjas, el tren, las carreteras y también de Cataluña. Pero esto último no se arregla con solo con dinero.