Es imposible no cabrearse cuando una escucha a Matteo Salvini hablar de los inmigrantes. Les confieso que me sube la bilis y el ejercicio de contención que tengo que hacer para evitar que salgan sapos y culebras por mi boca es enorme.

Sus palabras y sus tweets son crueles, ofensivos y están llenos de odio. Al más puro estilo de Donald Trump: insensibilidad, soberbia, demagogia y populismo.

Esta semana ha dicho cosas como que el Open Arms lleve a los inmigrantes a Ibiza o Formentera "para que se diviertan un poco". ¿Qué se le pasa a alguien por la cabeza para decir semejante barbaridad?, ¿en qué momento alguien que piensa así se convierte en Vicepresidente y Ministro del Interior de la tercera economía de la zona euro?

Es habitual que en su discurso mezcle términos como inmigración, invasión, delincuencia, crimen, subvenciones... El político italiano maneja como pocos esa idea tan extendida por la ultraderecha de que los inmigrantes vienen a nuestros países europeos a quitarnos las ayudas y a generar inseguridad en nuestras calles.

Invasión, poca. Según datos de Frontex de este mismo mes, la llegada de inmigrantes a Italia ha sido la menos transitada en los primeros meses de 2019. Llegaron 4890 inmigrantes, una cuarta parte de la cifra registrada en los mismos meses del año anterior. Hablar de invasión cuando la cifra es de 4.890 no parece el término más adecuado.

En lo que respecta a España, en los 7 primeros meses de 2019, un total de 12.976 migrantes llegaron a nuestro país, un 41% menos que en el mismo periodo de 2018.

Tampoco los inmigrantes quitan las ayudas a los españoles o italianos. Las subvenciones se conceden bajo criterios de pobreza y no de nacionalidad. Si un extranjero es más pobre que un español recibirá una ayuda. De la misma manera que la recibirá el español que sea más pobre que el extranjero.

Me siento un poco absurda explicando esto pero conviene recordarlo porque en España ya tenemos a Vox, con representación parlamentaria y dentro de las instituciones, regando la sociedad con estas ideas tan peligrosas.

También estoy cabreada con Europa. Me sorprende la capacidad que tienen las instituciones europeas para dejar que un problema se gangrene. Italia, sin Salvini en la política, se pasó años reclamando que la acogida de inmigrantes se repartiera entre todos los países de la Unión. Ni caso. Estuvieron meses y meses abriendo sus puertos y ejerciendo la solidaridad que ahora se les reclama. Pidieron ayuda a Europa en innumerables ocasiones cuando la Isla de Lampedusa se había convertido en el destino de la tragedia y el dolor de miles de personas inmigrantes. Pero nadie escuchó a Italia y Europa miró hacia otro lado.

Hace ya más de un año que España acogió al Aquarius. Pedro Sánchez asegura que lo hizo para dar un ejemplo de solidaridad a Europa. Después, aprovechó sus encuentros en Europa para promover un plan europeo de inmigración. 15 meses después no hay plan que valga y estamos igual que entonces cada vez que una ONG rescata inmigrantes en el Mediterráneo Central. ¿Dónde está Europa cuando se la necesita?

Los ministros del Interior europeos han mantenido varias reuniones en los últimos meses para buscar una solución que permita acoger de manera solidaria a los inmigrantes que llegan al sur de Europa. La última reunión fue en julio en París. Macron compareció ante la prensa asegurando que había un preacuerdo de 14 países. No concretó los detalles. Solo dijo que se implantaría de manera rápida y automática.

El Open Arms ha estado 15 días esperando un permiso para desembarcar en un puerto seguro. Otro buque con bandera noruega, el Ocean Viking, lleva más de una semana deambulando en el mar con más de 350 personas a bordo. Me temo que Europa ha legado tarde de nuevo. Provocando tensiones innecesarias entre los países de la Unión Europea. Alimentando el odio y los discursos de los partidos de ultraderecha.

Mucho ruido que no debe tapar que esos barcos están llenos de personas que huyen de la guerra y la violencia y solo buscan un futuro mejor.