El discurso de Aina Vidal, la diputada de Unidas Podemos que está luchando contra un cáncer y que hoy ha vuelto al hemiciclo, ha sido premonitorio. Vidal ha hecho una alegoría de la vida y la alegría. ¡Queremos amor!, ha reivindicado. Ha querido lanzar un mensaje de esperanza ante un Vox que "quiere aprovecharse del miedo de la gente para destruir este Parlamento". Sus emocionantes palabras han avanzado lo que después daría de sí la mañana. Vidal ha defendido el amor y el respeto como proyecto de país.

Y aunque Pablo y Casado y Pedro Sánchez no han sido tan profundos en sus palabras, hoy han dado muestras de intentar quererse un poco.

El primero en hacerlo ha sido el presidente del Partido Popular. Su inesperada patada a la extrema derecha le sitúa más cerca de la moderación y puede que, a partir de ahora, también más cerca del PSOE.

Quizá sea postureo, lo veremos, pero lo cierto es que nunca antes habíamos escuchado a Casado pronunciar palabras tan duras contra Vox. Su discurso marca un antes y un después en la relación de Génova con la ultraderecha. Al líder popular no le ha temblado el pulso ni la voz para decir que Vox es un partido que solo busca fracturas, derrotas, enfados y que, además, es la garantía de que la izquierda se perpetúe.

Hacía semanas que Casado había meditado su discurso y su posición. Pidió a su núcleo más cercano que no lo desvelaran. Quería medir los tiempos escrupulosamente y lo ha conseguido. Su objetivo era generar incertidumbre, con el foco encima de su nombre, para que todas las cámaras le estuvieran apuntando a él, y sólo a él, justo en el preciso momento en el que ha roto con el partido que tantas grietas ha abierto en su formación. Hace poco más de dos años que llegó a la presidencia del Partido Popular, justo el tiempo que ha tardado en sacudirse los complejos.

El desmarque de Casado con respecto a Vox ha sorprendido a todos, incluso a gran parte de sus propios diputados y diputadas. No esperaban que fuera tan tajante y lo celebran. El hermetismo ha sido tal que la mayoría de ellos no sabía qué votarían ni qué diría su jefe en la tribuna.

Pero también hoy ha habido sorpresa en las filas del Gobierno con respecto a la posición de Casado. "Ojalá un nuevo Partido Popular", dicen en el PSOE.

Hemos visto a un Pablo Iglesias descolocado. El Vicepresidente segundo del Gobierno ha reconocido que el discurso del líder del PP ha sido brillante, pero casi no ha variado sus críticas contra él a pesar de que se ha encontrado con un PP muy parecido al que Iglesias reclamaba la semana anterior. El líder de Unidas Podemos ha llegado a decir, incluso, que su distanciamiento con respecto a Vox llega tarde, reprochándole que gobierne en varias autonomías gracias a la extrema derecha.

Sin embargo, Pedro Sánchez sí ha sabido contraatacar y ceder. La política es saber aprovechar los escenarios cambiantes y sacar jugo a las oportunidades. En Moncloa lo saben bien y han recogido el guante de Casado, dándole la opción de demostrar sus verdaderas intenciones de moderación.

El Gobierno ha anunciado que paraliza el trámite parlamentario de la reforma del Consejo General del Poder Judicial, ofreciendo al Partido Popular la posibilidad de sentarse a negociar de nuevo. La mañana de aislamiento a Vox ha terminado con un posible acercamiento entre Partido Popular y Partido Socialista. Lo cierto es que, por fin, hemos vuelto a ver nivel parlamentario en el hemiciclo. Un debate de ideas, reflexivo y profundo con posibilidad de entendimiento. Y no solo ruido y bronca.

Para Aina Vidal hay dos cosas por encima de todo: la vida y la solidaridad. Si nuestros políticos lo comparten, deberían seguir la estela que la fallida moción de Vox ha dejado hoy en el hemiciclo. Una estela alejada del odio, el ruido, los enfrentamientos y los insultos.