La revolución de las urnas ya ha llegado al Congreso. Tantas caras nuevas que vamos a necesitar una chuleta con los nombres y las fotos de los 207 diputados y diputadas que se estrenan. Hay que tenerles muy localizados. Cuando te quieres dar cuenta, si pierdes dos segundos en preguntarte '¿Y este quién es?', en dos zancadas se recorren el pasillo y se escapan de los micrófonos. Así que ya hemos empezado a estudiar.

Además de la chuleta, también he echado al bolso una calculadora, no se separa de mí desde el domingo. Tengo ya sumados y diseñados los posibles acuerdos, para que no me pillen con el pie cambiado. Pero la gobernabilidad, ya se lo dije, va para largo.

Paciencia y discreción ha pedido Pablo Iglesias a los periodistas. Lo de la paciencia, ya se lo digo, se nos da mal, no lo tenemos trabajado en el gremio. La discreción, sí. Por la cuenta que nos trae.

"No tenemos prisa", advierten desde el PSOE. Ellos desde luego, no. A la ciudadanía puede que le guste la rapidez, por aquello de legislar y mejorar sus vidas, pero a los socialistas no les conviene sentarse ahora negociar.

Esperan porque hay unas elecciones dentro de un mes, los ases mejor guardados, no vaya a ser que los votantes cambien de opinión, mejor dicho, no vaya a ser que tengan que hacer algo que obligue a los votantes a cambiar de opinión. La izquierda necesita también conquistar comunidades autónomas y ayuntamientos y cualquier movimiento arriesgado antes del 26 de mayo habría que explicarlo. Mejor quietecitos antes de volver a las urnas.

Hay un acuerdo que, a día de hoy, parece descartado. El de PSOE y Ciudadanos. Juntos suman 180 escaños. Antes incluso de las elecciones, en el Congreso y sus inmediaciones, ya se hablaba de que ese era y sería el pacto preferido del Ibex y es que al Ibex le cuesta estar callado, no se presenta a las elecciones pero siempre aparece. Me temo que esta vez se queda con las ganas. "¡Con Rivera, no!", le han espetado a Sánchez desde las aceras de Ferraz, como para llevar la contraria a los militantes que le han ayudado a escribir su manual de resistencia.

El PSOE quiere gobernar en solitario, no quiere el gobierno de coalición que ansía Podemos. Nada de abrir las puertas de La Moncloa a otro partido. Ellos piensan que si han podido gobernar diez meses con 85 diputados, ¿por qué no hacerlo con 123?. En esta legislatura, la mayoría de la mesa sí será para el bloque de izquierdas. Y créanme, tener esas riendas bien amarradas permite tener al caballo siempre galopando.

Pero aunque Pedro Sánchez quiera gobernar en solitario no podrá estar solo, va a necesitar a varios partidos para ser investido. Y aquí llega el asunto mollar. ¿En quién se apoyará? ¿Con quién negociará? La fórmula preferida por el PSOE y en la que van a trabajar consiste en pedir el sí a Unidas Podemos, al PNV, a Compromís y al Partido regionalista de Cantabria de Miguel Ángel Revilla. Juntos suman 173 escaños. Una cifra nada desdeñable pero insuficiente. Para que Pedro Sánchez vuelva a ser investido presidente del Gobierno con 173 síes necesita que, además, ERC y Bildu se abstengan. La moción de censura le salió baratita pero, ¿tienen precio ahora esas abstenciones? ¿negociará con los independentistas catalanes y vascos o les llevará al abismo para que sean ellos mismos los que decidan si permitir o no un gobierno de izquierdas? ¿Repetición electoral, o yo? "Vosotros mismos" les dirá Pedro Sánchez.