Acumular más de diez trienios en el oficio da cierta perspectiva y un recorrido vital y profesional muy útil en estos tiempos en los que muchos quieren hacernos creer que todo nació hace dos días: el periodismo, la democracia, la lucha por los derechos civiles… Incluso hay quienes –redes sociales mediante– se atribuyen uno y otro invento para sí y los suyos. Escuchando y leyendo a algunos políticos en Twitter, su plataforma de expresión favorita y la de su infantiloide clá, parece que la lucha vecinal no existía antes de que la Comunidad de Madrid decidiese restringir los movimientos en unos cuantos barrios del sur de la capital, entre los que estaban algunos de los de mayor tradición combativa, como Usera, Villaverde y Vallecas.

En aquellos finales de los ochenta y principios de los noventa en los que daba mis primeros pasos como periodista, aprendí de compañeras de local como Sara Medialdea, Pilar M. Ruipérez o María José Manteiga que para saber qué pasaba en los barrios había que ir a ver a Félix López Rey o a Prisciliano Castro, dos veteranos luchadores del movimiento vecinal, cuando esta lucha pasaba por hacer habitables y dignos barrios como Orcasitas, Palomeras o Entrevías, a los que las administraciones ignoraban. Más adelante, el sacerdote Enrique Castro me ponía al día de los guetos que comenzaban a crearse en su Vallecas del alma, arrasada en los ochenta y noventa por la droga. Todos aquellos tipos eran implacables en el combate y ejercían su lucha reivindicando en los despachos de concejales y en la calle, pisando el barro que muchas veces anegaba sus barrios y ayudando a los más vulnerables. Eran gente dura e incansable en sus peticiones, revestidas siempre de justicia social. Sabían de lo que hablaban porque a veces llegaban a las oficinas de los ediles manchados de la mugre que querían fuera de sus barrios. Por eso eran respetados por políticos de todos los colores.

Hoy hay quienes quieren hacernos creer que a los barrios se los defiende desde los cafés de Malasaña y armados con sus smartphones, desde los que tuitean frases ocurrentes en las que se hablan en nombre de "la gente". Desde que la Comunidad de Madrid decidió restringir los movimientos en los barrios con mayor índice de contagios –una decisión más que discutible, desde luego– se han sucedido unas cuantas movilizaciones en las que Vallecas –sede de la Asamblea de Madrid– ha tenido el mayor protagonismo. Las protestas han acabado en graves incidentes con la Policía, con agentes heridos y manifestantes detenidos. Los que han llevado la voz cantante son alborotadores profesionales, muy alejados del movimiento vecinal de verdad, ese que hace bien poco logró a base de denuncias y de su colaboración con la Policía minimizar los narcopisos que comenzaban a invadir Vallecas. Bukaneros y miembros de Distrito 14 –una banda de matones radicada en Moratalaz– han sido los causantes de los disturbios, en los que se presentaban con la manida etiqueta de "antifascistas" y se saltaban el cerco policial en torno a la sede del parlamento madrileño, desencadenando la acción policial. Me encantaría saber la opinión que les merece a los antifascistas que yo conocí, como López Rey o Castro, las imágenes de unos jóvenes pateando policías en nombre de los barrios por los que antes y mejor que ellos tanto lucharon. Ellos, al acabar las manifestaciones, iban a ayudar a sus vecinos a recoger el barro que se colaba en sus viviendas. Los de ahora, salen corriendo a tuitear desde sus casas sus últimas hazañas.