Es más probable que cuando usted lea estas líneas Marcelo ande ya muy lejos de España brindando por el fiscal y el juez de guardia de Parla (Madrid). A Marcelo le detuvieron el pasado 8 de junio con más de 1.740 euros y 8.100 dólares en metálico, una talegada procedente de su único modo de vida conocido: los robos. Marcelo es un tipo listo: no madruga, no cotiza a la Seguridad Social, no paga impuestos ni cuota de autónomos, aunque hay que reconocer que en lo suyo es un tipo más que competente. Ya verán.

A Marcelo Hernández González –ese nombre consta en su pasaporte uruguayo, aunque la Policía ni siquiera ha podido acreditar su identidad– lo buscaban desde hace meses. Su especialidad era robar en establecimientos de comida rápida. Desde noviembre hasta junio ha esparramado ocho McDonald’s, dos Burger King y cinco Kentucky Fried Chicken en Madrid, Castilla-La Mancha, Castilla y León y Extremadura. Así, tacita a tacita, robo a robo, se ha llevado un botín de 60.000 euros. 10.000 al mes, vaya, un buen jornal. Siempre accedía a los locales a través del techo, valiéndose de una escalera –que fue intervenida por la Policía al ser detenido–, cegaba algunas cámaras con un espray y en pocos minutos se llevaba todo el dinero que hubiese en el restaurante y de paso causaba destrozos que suman 40.000 euros.

A Marcelo le había ido tan bien en los últimos meses que el 8 de junio –el mismo día de su arresto– pensaba largarse a Montevideo (Uruguay), vía París, según consta en el billete de avión que le intervino la Policía. Su detención fue posible gracias a que unos días antes la dotación de un radiopatrulla de Ciudad Real se mosqueó, le paró y le identificó con útiles propios de su oficio de caco. Días después, agentes de la UDEV Central le colocaron y le intervinieron material probatorio para que se coma quince robos con fuerza. Por ejemplo, la característica chaqueta con el inconfundible roto en la espalda con la que fue grabado en sus golpes.

El atestado entregado junto al detenido al juez de guardia de Parla incluía una diligencia en la que se avisaba del alto riesgo de fuga de Marcelo: sin arraigo ni consortes en España, con la intención de viajar a Uruguay el mismo día de su detención, con su novia fuera del país desde unos días antes… De manual.

Pues bien, el Ministerio Público, el garante de la legalidad, le dijo a su señoría que pelillos a la mar, que 60.000 euros tampoco es el botín del asalto al tren de Glasgow, que lo único que ha hecho Marcelo ha sido romper unos cierres y provocar unos destrocillos, que igual el sistema está a tiempo de convertir a Marcelo en un honrado ciudadano y si entra en prisión quizás se tuerza… Así que la Fiscalía se limitó a solicitar la retirada del pasaporte a Marcelo, para asegurar su presencia ante la autoridad judicial. Imagino el descojone de Marcelo, su novia y los colegas a los que se lo haya contado.

A estas alturas es probable que a Marcelo ya le haya dado tiempo a ir a la embajada de Uruguay en Lisboa, que allí haya contado que ha perdido el pasaporte, que le hayan entregado uno nuevo y que esté brindando en Montevideo mientras cuenta lo rentable que sale ser ladrón en España.