Su padre, un yonqui que malvive en la calle, la vendía por un par de dosis de droga a cualquiera que se le antojase un cuerpo de niña; su madre es una alcohólica que hace tiempo renunció a su papel de progenitora; con catorce años llevaba más de un año prostituyéndose para mantener sus adicciones… Cuando los agentes de la UFAM de Madrid consiguieron para ella la condición de testigo protegido y su internamiento en un centro cerrado, los encargados del establecimiento le preguntaron si quería algo cuando la llevaron a su habitación:

–Otra almohada.

¿Otra almohada? ¿Para qué la quieres? –el educador preguntó entre desconfiado y perplejo.

–Para hacerme a la idea de que es un peluche –contestó la misma cría que días antes ofertaba su sexo de niña a cambio de cualquiera que le saciase su sed de drogas.

La anécdota la cuentan dos componentes del grupo XXIII de la Brigada de Policía judicial de Madrid, dos agentes de la UFAM que en Nochebuena, Nochevieja y la noche de Reyes recogieron a sus testigos protegidos de los centros donde están ingresadas y las llevaron a que pasasen unas horas con sus familias para que intentasen comenzar a tener la niñez que hasta entonces no conocían.

–Esa anécdota de la almohada es la Operación Sana, es lo que mejor define lo que hemos hecho, hemos rescatado a niñas.

Lo dice el jefe de grupo, padre de una niña a la que robó muchas horas durante los meses que duró la operación, un tiempo que le sirvió para comprobar lo afortunada que era su hija y lo afortunados que eran otros niños frente a lo que estaba conociendo en los rincones que tuvo que escarbar para sacar adelante la Operación Sana, que se saldó con treinta y siete detenidos, ocho encarcelados y diez niñas rescatadas, unas cifras que no sirven para explicar la dimensión del operativo, la enormidad del horror vivido por esas niñas.

–Durante un año estuve follando con una o dos personas al día a cambio de dinero o de drogas.

La confesión se la hizo una niña de catorce años a uno de los policías del grupo XXIII, que no quiere dar por cerrada la operación hasta no cazar a esos miserables capaces de pagar por tener sexo con una niña que sólo quiere un peluche.