Hola, Manuel. Cuando tengas edad para leer esto, tu abuela Mari Luz llevará unos cuantos años jubilada, es decir, habrá dejado de hacer lo que hizo durante más de treinta años: retirar de la circulación a personas que hacían mucho daño y dar consuelo a las víctimas de esos delincuentes. A tu abuela todos sus compañeros de la UFAM la conocían como Maripi y allí, en su lugar de trabajo, se convirtió en algo parecido a una leyenda, una súper heroína. Un poco antes de jubilarse fue a conocer su oficina el ministro del Interior y le presentaron a tu abuela, “la más veterana de la UFAM”. Ella, lo único que pidió a su jefe fue que le dejase seguir trabajando, aunque superase la edad de jubilación, porque quería continuar persiguiendo malos y siendo el bálsamo de las víctimas.

Esta es otra de las cosas que ha hecho de tu abuela alguien muy especial. En la UFAM, donde estuvo destinada más de tres décadas, nadie dura tanto tiempo como Maripi porque su trabajo es durísimo. Los policías como ella ven muy de cerca la maldad, la miran de frente a diario. Y tienen que tratar y consolar a mujeres y a niños a los que han hecho un daño que ninguno podemos imaginar: son personas a los que les duele el corazón, los huesos, la piel y el alma.

Quizás no te hayas dado cuenta, pero tu abuela tiene unos cuantos súper poderes. O al menos los tenía cuando era policía. El primero de ellos es que era capaz de hacerse invisible cuando perseguía delincuentes: así logró seguir a tipos muy peligrosos y hasta ponerse delante de ellos y hacerles una foto sin que se enterasen porque, claro, nadie podía pensar que esa mujer llevase una placa y una pistola.

El otro súper poder de tu abuela era el que tenía con las víctimas, sobre todo con los niños como tú. Niños y niñas a los que habían hecho mucho daño y de los que ella era capaz de sacar hasta la última gota de información, hasta el último de sus dolorosos recuerdos. Y todo para conseguir atrapar a quienes les habían hecho todo ese daño. Lo hacía como nadie. Los hacía creer que estaba jugando con ellos y rebuscaba en su memoria para sonsacar detalles de sus agresores. No te imaginas la cantidad de veces que las tomas de declaración de tu abuela sirvieron para detener a tipos peligrosísimos.

Nunca quiso dejar de hacer lo que hizo. Un poco antes de jubilarse me contó que recordaba con mucha más claridad a las víctimas y lo que le contaron que a los delincuentes que detuvo. Tu abuela Maripi era oficial de la Policía Nacional, la oficial Mari Luz Carro, una de esas poquísimas personas que hacen mejores a todos los que tienen cerca. La UFAM habría sido mucho peor sin ella.