Dice un dicho popular que "una se murió esperando". Todo lo que se ha hablado ya de la Ley de Familias y aún no se ha aprobado. Pero claro, desde que se "aprobara" en noviembre de 2022 pues aquí estamos "esperando su llegada".

El caso es que parece que, con cinco días de permiso, ya vamos a conciliar todas las madres de España. Hablo de madres porque, aunque siempre alguien esté dispuesto a decir "y padres", nosotras, en su mayoría somos las que cuidamos, las que paramos nuestra carrera por no poder conciliar y las que nos ausentamos del puesto de trabajo cuando tenemos un hijo o una hija enferma en el mayor porcentaje de los casos. Solo un 8% de los hombres interrumpe su jornada laboral en una situación así, según nuestro estudio 'Las Invisibles'. Para que luego nos digan que sí, que "somos súper corresponsables". Respiro y continuo. Así que mientras esto siga así "de bien", me permito hablar de madres, que somos las que sufrimos las consecuencias trágicas de la falta de un compromiso político y social con la conciliación.

El martes pasado la Ley de Familias llegó al consejo de ministros en segunda vuelta y esto está siendo más largo que un parto, desde que conocimos el anteproyecto de ley el año pasado. Aún tiene que pasar por el Parlamento, así que habrá que esperar al texto definitivo en el BOE. Me paso el día contestando a madres desesperadas, que se pasan la vida haciendo malabares y tetris con su calendario laboral en una mano y el calendario escolar en la otra. A ninguna madre de España le salen las cuentas y cuando lo decimos parece que estemos diciendo que no queremos cuidar, que queremos cargar a las escuelas con nuestro problema y se arma la de San Quintín. Porque claro: "no haber elegido ser madre". Fenomenal, léase con ironía, esa es la actitud en vez de ponernos a trabajar en cambiar las estructuras que se resisten a que algún día podamos conciliar.

El caso es que, en estos momentos, hoy jueves santo, las madres llevan ya unos días la mar de divertidos jugando a la conciliación. Conjuga conmigo: yo concilio, tú concilias, nosotras conciliamos… Las que teletrabajan, sin poder concentrarse y alargando jornada para poder cumplir objetivos. Las que trabajan fuera de casa, pidiendo favores, tirando de buenas abuelas o pagando campamentos a precio de salario. Las que pueden, cogiéndose los días de vacaciones y sintiéndose afortunadas. Y todas agotadas y con la culpa a cuestas, hagan lo que hagan.

La conciliación es un privilegio pagado. La conciliación es una renuncia silenciada. La conciliación es una estafa en mayúsculas. Y sí, la conciliación tiene nombre de mujer. Y ahí están las madres, rezando para que la Ley de Familias se apruebe y poder mendigar a sus jefes o jefas cinco "diitas" de permisos para "conciliar". Seamos serias y serios, esto NO es conciliar. Porque cinco días de permisos al año, contando con que se concedan y se cumplan, no nos aleja de la renuncia, de las reducciones de jornadas, de las trampas de la conciliación o de vivir al borde de la miocarditis cada vez que vemos encenderse la pantalla del móvil con el número de la escuela infantil.

La conciliación parece haberse centrado en legislar días de permiso para que las mujeres madres, que somos las que nos encargamos de cuidar cuando un hijo o hija enferma, nos podamos ausentar del puesto de trabajo. Permisos por nuestra ausencia, dejándonos claro que lo mejor para ser madres es estar ausentes del mercado laboral, abandonar o pedir limosna. Esta ley debería poner las bases de un cambio laboral y social. Porque la relación entre la vida y el trabajo no funciona y el modelo laboral actual, presencialista y sin flexibilidad, da la espalda a los cuidados y cinco días de permisos no lo cambia. Así que no compren nuestro silencio con esos permisos, insuficientes y poco garantistas. Vamos, que yo no los pienso celebrar. Informaré de ello porque es a lo que muchas madres se agarrarán con la esperanza de que los virus también tengan en cuenta el límite de días cuando acampen en los cuerpos de nuestros hijos e hijas. Piedad virus, bendito Dalsy y benditas ojeras de madres que soportan tanto sin sentido.

Nota importante: cuando ya estaba escrita esta columna, se publicó en prensa, sin muchos detalles, que "trabajo confirma que el nuevo permiso de ocho semanas será retribuido". Esperemos que así sea y que tengamos toda la información de la directiva europea, que así lo determina, y de cómo será su aplicación.