"Primero perdí mi identidad, perdí mi sitio en el trabajo para luego perderlo por completo y entonces dejar de ser yo. Los quiero con locura, pero debí apretar al buenpadre para repartir y no renunciar por que él siguiera ascendiendo en su trabajo. Ahora no sé cómo romper con todo y pensar en mí. ¿lo entenderán mis hijos? Me hundo y quedo sin vida viendo cómo el resto del mundo sigue adelante".

Malamadre anónima.

Es uno de los cientos de mensajes de respuesta que he recibido estos días al abrir el debate sobre la invisibilidad de la maternidad en esta sociedad. Es la cruda realidad de que la sociedad nos aparta, nos graba a fuego la "M" de Madre y no precisamente en positivo. Y me cabreo. Mucho. No entiendo nada. En un país donde la tasa de fecundidad cae y cae, sin reemplazo poblacional, la maternidad debería apoyarse, premiarse y aplaudirse.

En febrero de este año, un mes antes de que la dichosa pandemia nos azotara más fuerte que nunca a las mujeres madres, abocadas a la renuncia para poder cuidar de nuestros hijos e hijas, lanzamos una encuesta que contestaron casi 100.000 mujeres que se sienten, como yo y como tú, invisibles.

Y, por desgracia, ser invisible no es un súper poder como en las películas. Ser invisible es una carga. Eres madre y pasas a un segundo plano: tu proyección profesional se reduce mientras los hombres, además de no renunciar, crecen profesionalmente. Los cuidados son invisibles a la sociedad, que da por hecho que "alguien" (una mujer, por supuesto) cuida de hijos/as y mayores, sin pedir nada a cambio, solo porque ya está así estipulado socialmente. ¡Qué barato le sale esto a la sociedad y qué caro le sale esto a las mujeres!

¿Qué pasaría si las madres pasáramos a una lista de Las Visibles, nuestro sueldo fuera más alto y nuestro reconocimiento social mayor?, me pregunto cada día, sobre todo ahora, que por la crisis del COVID-19 muchas más están renunciando y quedando invisibilizadas en el hogar. No por libre elección, sino porque no hay más salida.

Un sistema laboral por objetivos, donde prime la flexibilidad, permitiría a muchísimas mujeres conciliar. Conciliar, ese verbo en desuso. Conciliación, esa palabra de la que nadie se ocupa y que preocupa a todas las familias. Se nos pide responsabilidad, pero no se nos apoya de ninguna manera.

Necesitamos un país donde la perspectiva de género, la perspectiva de la infancia y los cuidados sean el centro. Porque lo contrario, lo que vivimos cada día es un país en crisis, que envejece y que no tiene futuro. ¿En qué piensan los dirigentes que nos gobiernan? ¿En qué piensan de verdad?

Según nuestro estudio "Las Invisibles", cuyos resultados hemos presentado hoy:

El 68% de las madres españolas habría tenido más hijos e hijas de contar con medidas de conciliación.

Me parece TAN buena noticia. Y deja claro que no somos una sociedad egoísta, sino que no contamos con los medios y recursos para pensar en formar una familia. No me vengan luego con el discurso de que "hoy en día las mujeres no quieren tener hijos o hijas". Por supuesto que hay mujeres que deciden libremente no ser madres, pero también hay muchas otras que ni siquiera pueden planteárselo porque saben que entonces cuando ese momento lleguen pasaran a ingresar en las filas de "Las Invisibles". Y eso, señores y señoras que gobiernan, es MUY duro. Un alto precio "el ser madre" para el que no estamos preparadas, simplemente porque no es justo ni tiene sentido.

Reaccionen, escuchen y tomen medidas. ¡YA! Porque un día todas Las Invisibles nos haremos visibles y ese día nada nos parará.