La Semana Santa no es solo tiempo de torrijas, pestiños o flores fritas. Hay un plato que es sinónimo de estas fechas, y en concreto de la vigilia. Un período que por religión o por tradición “prohíbe” el consumo de carne.

Tiempo atrás esta tradición no ha hecho más que se agudice el ingenio gastronómico para generar platos con ingredientes permitidos y que estén para chuparse los dedos. Y uno de ellos no cabe duda de que es el potaje. Un plato a base de garbanzos, espinacas y bacalao que, combinados, hace que este guiso sea plato único debido a su aporte de nutrientes.

Es un plato bajo en calorías. Sobre todo, si lo comparamos con el cocido, donde la carne y la grasa procedente de la carne hace acto de presencia. Tanto las legumbres, como las verduras y el propio bacalao no destacan por tener un gran contenido en calorías, lo que ya nos supone una alegría en una época donde los dulces hacen, de nuevo, acto de presencia en nuestras mesas. Parece que en este país no hay festividad sin su dulce típico.

Nutricionalmente nos encontramos con un plato que reúne casi de todo: hidratos de carbono de absorción lenta, fibra vegetal, proteínas de alto valor biológico, minerales y vitaminas. Fundamentalmente del grupo B y C.

De hecho, tanto las espinacas como los garbanzos son ricos en ácido fólico, una vitamina del grupo B que es fundamental, por ejemplo, para las embarazadas. Un plato de potaje llega a aportar hasta 350 microgramos de esta vitamina. Una cantidad muy considerable si tenemos en cuenta que la recomendación de ingesta diaria para las embarazas es de 400 microgramos al día.

Además de bajo en calorías, el bacalao es bajo en grasas y muy rico en proteínas de alto valor biológico, o, dicho de otra manera, posee una calidad de proteína muy rica, aportando la mayoría de los aminoácidos esenciales. También aporta vitaminas del grupo B que en el cuerpo tienen funciones como la formación de glóbulos rojos, del ADN y el funcionamiento correcto del sistema nervioso. En cuanto a minerales, destaca su aporte de potasio, fósforo y yodo.

Los garbanzos, a pesar de ser un alimento de origen vegetal, también son ricos en proteínas con un alto valor biológico, dando mayor calidad nutricional al plato. Los hidratos de carbono que aportan son de un alto índice glucémico, es decir, que se absorben poco a poco siendo apto para diabéticos porque no provocan subidas de glucosa en sangre en forma de “picos” descontrolados. A todo esto, y a su contenido en vitaminas y minerales, se suma el aporte de fibra de tipo soluble, la cual tiene un papel muy importante en el equilibrio de los niveles de colesterol sanguíneo y del control de los niveles de glucosa en sangre. Otras investigaciones han relacionado el consumo regular de fibra con la prevención de enfermedades gastrointestinales, incluso el cáncer de colon. Una verdadera joya en forma de legumbre.

Para rematar el plato, las espinacas hacen también su aporte de fibra y de ácido fólico, lo que acaba de equilibrar el aporte de nutrientes del plato. El cual, con una pieza de fruta de poste, hacen que sea plato único y una estrella alimentaria que merece la pena no perderse estos días, incluso el resto del año.

Si tu excusa para no comerlo son los gases, recuerda que hay algunas técnicas que pueden ayudar como interrumpir la cocción de los garbanzos durante unos minutos, quitar las pieles de los garbanzos, o añadir un poco de comino para ayudar con este problema. Y, sobre todo, comerlos masticando, tranquilos y relajados para ayudar a su digestión.