Desde la noche anterior se notaba el revuelo. Carente de noticias y sobrado de páginas y becarios, el periodismo de guardia afilaba sus uñas contra el silencio de Pedro Sánchez. Se rompía una tradición de diez años, afirman con una rotundidad y solemnidad digna de mejores tradiciones. Una tradición defendida con celo, con anchas tragaderas ante otros silencios y el dontancredismo reciente en carne y espíritu. Qué le vamos a hacer, son tiempos de sequía.

En el fondo, a la grey informadora le importa poco el balance de un año sin apenas meses, rendidas cuentas en las recientes elecciones; en el fondo, lo que afana es hurgar en las tripas de un acuerdo de investidura que no llega . No llega porque los actores se empeñan en herirse y desangrase los unos a los otros, sangría entrópica si es que de verdad están dispuestos a gobernar de acuerdo.

Mientras, la oposición de opereta desvaría . No la real, agazapada detrás de la mata en lo que Norberto Bobbio llamó el criptogobierno, el poder en la oscuridad, que sigue operando ante la candidez incomprensible de los únicos llamados a un gobierno posible .

Lo ha hecho la presidenta de la Comunidad de Madrid-por cierto, León ha decidido pedir la separación de Castilla, de donde nunca se debió separar la villa y corte -. Díaz Ayuso se ha despachado, ni más ni menos que con la acusación a Pedro Sánchez de alta traición. Con ello no se distingue por la altura de su análisis de la situación, ni por sus luces, ni por su coordinación con sus mayores orgánicos, pero sí deja claro hasta qué punto tiene a la extrema derecha en la giba.

Con su gravísima insinuación, la presidenta madrileña, aparte de salirse de su pellejo institucional y de la lealtad, pone a las claras la faz bicéfala de la extrema derecha. No es ya que la extrema derecha presione en competencia electoral y radicalidad, es que asoma ya sin pudor una extrema derecha en dos expresiones, a veces coordinadas, otras, de seguidillas: una, la nueva de Vox; otra, madre nutricia en su origen y ahora hermana , el PP.

Al mismo tiempo, hablaba por otros cerros el líder de la susodicha, Pablo Casado. Desde luego, sus títulos en materia jurídica son dudosamente legales pero indudablemente inmerecidos.

No se pueden decir más barbaridades. Supongo que desde la UE nos mirarán con asombro, un candidato a alguna vez ser la alternativa de gobierno, tiene remotas y peregrinas ideas de lo que supone y cómo se encaja el derecho y la política española en la UE. No saber el papel del TJUE en el sistema judicial español, confundir el sentido de las sentencias debidas a una cuestión prejudicial interpuesta por el Tribunal Supremo, asociarlas con las euroórdenes de detención frustradas. En fin que dice Casado que lo va a cambiar todo y, claro, los demás estados miembros de la Unión se lo van a permitir y lo recibirán como el nuevo Jean Monnet. Por cierto que en su idea de cambiar las euroórdenes, se le ha olvidado que para Suiza tendrá que denunciar el convenio de extradición con la aquella república .

Así llegamos a fin de año, con un presidente en funciones y aspiraciones que no habla y un líder de la oposición y sus lugartenientes que más vale que se queden callados.