Cuando el voto de la derecha se había fragmentado en España entre PP, Cs y Vox, Alberto Núñez Feijóo logra en Galicia su cuarta mayoría absoluta para los populares. Los otros dos partidos conservadores vuelven a quedarse fuera del Parlamento gallego. En tiempos de crispación, cuando llegaron a contarse los insultos por minuto de Pablo Casado a Pedro Sánchez, la estrategia moderada de Feijóo le ha traído mejores frutos. Con datos así, es normal que los resultados de este domingo dirijan las miradas hacia Núñez Feijóo como posible candidato del PP a la Moncloa, a medio y largo plazo. Veremos.

Feijóo no aceptó la estrategia de Casado de presentarse a las elecciones junto a Ciudadanos, como ocurrió en el País Vasco. Ha frenado a Cs en Galicia y eso que llevaban a una buena candidata. Tampoco entra Vox, partido al que Núñez Feijóo marcó una línea divisoria y que no ha logrado representación gallega, por más que vinieran de su momento de auge en España o fueran a Galicia a hacer ruido. Ya podían meterse con Castelao o hacer el pino puente, que se han quedado con las ganas. Un Feijóo que concurrió con la marca del PP prácticamente escondida ha mantenido su hegemonía y están por ver sus consecuencias a nivel nacional.

Los gallegos han confiado el liderazgo de la oposición al BNG, que logra con Ana Pontón a la cabeza un resultado histórico. Los nacionalistas galegos resistieron y han recuperado pronto muchos votos que en su día se fueron a un espectro que esta vez se ha hundido fuera del Parlamento: el de Galicia en Común, Anova, Marea y todo esa variedad donde tanta guerra fratricida ha habido y donde vuelve a demostrarse lo que apuntaron algunos como el fallecido Julio Anguita: a Unidas Podemos y su mundo le falta construir estructuras de partido en toda España y echar cimientos sólidos de una formación que vaya más allá de la dirección en Madrid.

Los socialistas no han rentabilizado esa caída de su espacio a la izquierda. Se quedan lejos de su resultado en generales. Al PSdeG, tercera fuerza, le ha pasado algo parecido a lo que le ocurre al PSOE en territorios como la Comunidad de Madrid. Falta una candidatura que entusiasme, que plante cara a los errores de la derecha, un liderazgo que aglutine votos... Les sobran dudas, perezas y decisiones erráticas. Para los socialistas y la órbita de Podemos, hay tics como la excesiva fragmentación, las divisiones y determinados comportamientos pueriles, que le han pasado factura a la izquierda en Galicia y se ven también en comunidades como Madrid. Las elecciones gallegas son un nuevo aviso.

Lo ocurrido en las elecciones vascas tiene también claves para ser analizadas en todo el Estado. Cuento en mi libro "La conjura", la competición entre el PNV y EH Bildu por ser influyentes en la investidura del Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos. No dieron la espalda a lo que ocurría en Madrid, sino que consideraron que también les iba una parte de su partida en ello. El resultado de este domingo en Euskadi constata que la alternativa a un PNV que está fuerte la lidera Bildu y también que el nacionalismo y el independentismo se refuerzan en tiempos de polarización identitaria en España y de auge de la extrema derecha.

El Partido Nacionalista Vasco es el hegemónico en Euskadi. Ahora mismo, presumiendo de una bandera de pragmatismo y política sin estridencias, encarnada en figuras como Andoni Ortuzar, Iñigo Urkullu o Aitor Esteban. Lo han vuelto a ver refrendado en las urnas, mejorando sus resultados, a pesar de que sus opositores pensaron que les pasaría factura la crisis de Zaldibar o la corrupción y el clientelismo del caso De Miguel. EH Bildu ha subido con fuerza y quieren ser la alternativa, sin renunciar, incluso, a uno de los activos del PNV: poder decir que ellos también sacan cosas de Madrid. Los tiempos para la izquierda abertzale están cambiando.

Con similitudes a lo ocurrido en Galicia con el BNG, Bildu se ha quedado con muchos votos que en su momento hicieron de Podemos hasta la fuerza más votada en Euskadi. Ahora, ese resultado se ha reducido a la mitad. Igual que ocurrió en territorio gallego, las luchas intestinas le han pasado factura a Elkarrekin Podemos, tampoco son los tiempos de auge del partido y sus confluencias que lideraba un Iglesias en su momento dulce y pasar de 11 a 6 diputados es otra prueba de que tienen mucho tajo por delante, si quieren reconstruir y remontar.

Los socialistas no han aprovechado la caída de Podemos para sumar votos tampoco en Euskadi, ni el efecto de la presidencia de Sánchez les ha espoleado. A la crisis del coronavirus le han seguido unos malos resultados para los partidos de la coalición de Moncloa este domingo y unos índices de abstención que en el País Vasco han llevado a los socialistas a lamentarse. El PSE, eso sí, volverá a ser decisivo para formar gobierno en Vitoria e Idoia Mendía ha vuelto a ser una candidata que ha resistido a las adversidades.

Pablo Casado se la jugó en Eukadi con la fórmula de la candidatura junto a Ciudadanos. Han pasado de 9 a 5 diputados, con un PP donde dirigentes como Alfonso Alonso o Borja Semper no se han visto representados y están fuera. Los populares vascos han perdido influencia a raudales y ganan más dudas y divisiones internas. La designación de Iturgaiz a última hora no ha evitado que Vox entre en el Parlamento vasco y, además, para añadir competidores, Casado ha metido, cogido de su mano, a Ciudadanos.

La fragmentación de la derecha, que Feijóo ha combatido con exitosa contundencia, vuelve a perseguir a Pablo Casado en sus decisiones. Veremos por cuánto tiempo y si será la losa definitiva sobre la que pisará Núñez Feijóo en un salto Madrid tan comentado, como aún carente de confirmaciones. El presidente gallego se tomará su tiempo. Las elecciones catalanas pueden ser la próxima cita para analizar una serie de pulsiones que este domingo se han convertido en un claro aviso a todos los navegantes. Antes, lo prioritario, ha de ser controlar la crisis del coronavirus y la salud de los ciudadanos.