Cuenta atrás en una de las campañas electorales con más saña que se recuerdan. Aflora lo rancio. Los eslóganes de años atrás. Aquel viejo discurso del miedo. Aunque, ni se rompe, ni se romperá España. Solo lo repiten machaconamente para sacarle rédito electoral. Lo que se rompió es la derecha española y eso ha marcado una contienda furibunda para liderarla. Eso ha tirado de la campaña.

No hay una guerra entre españoles. Hay una batalla interna de las derechas, por ver quién de los tres sale mejor colocado de las urnas. PP, Ciudadanos o Vox. Solo están disputándose el trono. Después, si pueden, pactarán. Su peligrosa carrera, con discursos del pánico y salidas de tono, altera la bilis del personal, pero que nadie lo dude: Aznar mantiene inalterable el sueño de su triple alianza.

Las luchas de poder y las tácticas electorales han despojado caretas. El centro, los liberales, los reformistas, los democristianos… Qué poco creíble resulta cuando la extrema derecha aprieta. Si Abascal apunta alto, Casado y Rivera deben llegar más lejos. Es difícil recordar al PP y a Ciudadanos en una posición tan agresiva como la contemplada estos días por millones de espectadores.

Poco importan los codazos para adelantar por la derecha cuando se trata de alcanzar la primera posición. Cuando, sin estar, Vox ha estado. Su sombra es alargada, cuando hay sondeos que apuntan que el partido de Abascal le come buena parte de la tostada al PP y a Ciudadanos. La "derechita cobarde", la "sin complejos" y la "veleta" compiten a cara de perro. No es para menos. No se juegan solo el liderato. Algunos, la supervivencia.

Si uno habla de "terroristas", el otro de "proetarras". Si uno de "comunistas", el otro de "bolivarianos". "Golpistas", "arrodillados", "traidores", "venezolanos", mientras piden al rival que "no se ponga nervioso". En esto queda el discurso del "centro" en España. Se birlan exabruptos, candidatos, toreros, artistas, estrellas de la televisión… Lo de menos es el espectáculo. Lo preocupante es la digestión de la mala leche que están sirviendo al personal y el Parlamento que puede quedarnos cuando termine esta mala función.

¿Y qué pasará? El futuro es tan incierto como averiguar cuánta gente se cree esos wasaps llenos de mentiras, enviados a mansalva desde la extrema derecha. "¿Ya ha acabado usted de mentir? Ahora me toca a mí". Y a todos nos toca votar. La suma deparará vete a tú a saber qué alianzas. Y el orden de los factores altera el producto. ¡Que se lo digan a aquel banquero que pidió "una especie de Podemos de derechas" allá por 2014. "El Podemos que tenemos nos asusta un poco", decía. Y me pregunto yo: ¿Hay gran preocupación ahora entre esos señores por la llegada de la "derecha sin complejos"? Pues como diría el otro: "¿Lo escuchan? Es el silencio". Mi respuesta es: voten, pero "no se pongan nerviosos".