Comprendo a mis colegas y vecinos bienintencionados, comprendo a los madrileños de los distritos trabajadores y a gente normal y demócrata de todo signo. Después de lo visto en la calle Núñez de Balboa, está claro que esa calle no es todo el barrio de Salamanca, como ese barrio no es todo Madrid, ni Madrid es España. En todo el Estado hay calles como esa, barrios como ese, pero Madrid, siempre Madrid.

Podríamos decir también que Díaz Ayuso, la presidenta de Madrid, como Ignacio Aguado, su vicepresidente, tampoco son Madrid. Pero sí, son Madrid, por una regla básica: son sus legítimos representantes porque los madrileños así lo han querido, como los andaluces hemos querido que lo sea Moreno Bonilla, y su motor, Elias Bendodo.

La derecha madrileña se comporta como es, de manera dinástica. No es un problema de la emergencia de un partido de extrema derecha. Siempre ha sido así desde hace décadas. Pongamos que desde el 'Tamayazo'. Con una pléyade de aliados acomodados, entre inversores, aventureros, rentistas, periodistas, intelectuales cómodos y artistas agradadores –como los flamencos "esmayaos" del franquismo–; gente de fortuna, todos pregonando que Madrid es acogedora, cordial, fraterna y otros sortilegios para ignorar lo que pasa, y malo, en la constitucional capital de España.

Madrid, kilómetro cero, corrupción cero, capitalismo rancio y de amiguetes cero, paciente cero; Zarzuela cero, punto cero de la España donde se concentra todo, y en ese todo está también el caldo concentrado de la anti-España. Después de las imágenes de estos españoles vestidos de golfistas, polistas, regatistas y rentistas, es fácil imaginarse cómo sería un país con ellos. Un gobierno de extrema derecha con jueces, empresarios, policías, medios, curas, de lo mismo.

Aún se pregunta la intelectualidad de la izquierda y de la tibieza de lo que venga por qué no acaba de cuajar un sentimiento emocional patrio, pongamos que detrás de la bandera. Es muy difícil, viendo lo que se ve. La derecha no hace prisioneros: es siempre compacta, incluso con su estrategia de marcas. La izquierda de Madrid está compuesta por adultos con cara de niño, o niños con dodotis haciéndose el grande. Así ha sido siempre, incluida su descomposición y toxicidad hacia la periferia española. Y rebosada de traidores.

Un proverbio sufí dice que el sabio es el que dice hoy lo que los necios dirán dentro de tres años. Pasqual Maragall, en un artículo en El País, del que copio el título de esta columna, ya dijo: "Es preciso que los ciudadanos de España tengan una idea clara de lo que pasa en Madrid . Porque si no hay una reacción frente a la deriva en la capital, podemos pagarlo caro". Lo advirtió en 2003. Muy sabio.

Madrid se ha ido, decía; hoy, como predijo, hay barrios que son como la Litle Habana, Caracas o Bogotá. Pero mucha gente, como reacción, se ha ido emocionalmente también de España, y no me refiero a los independentistas. España se está convirtiendo en un espacio poco saludable democráticamente, poco respirable.

Recordaba el jueves en Hoy por Hoy, en la Ser, a mi paisano Machado : "En España, lo mejor es el pueblo. Siempre ha sido lo mismo, en los trances duros los señoritos invocan a la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre”

P.D. Volveré a La Latina a ver a su buena gente (y Al Rojo Vivo).