El sábado pasado nos quedamos picuetas ante las más de 350 personas (según fuentes policiales) que se manifestaron en la plaza mayor de Aranda de Duero (Burgos), demostrando así su rechazo a la condena por agresión sexual a una menor en el conocido como 'caso Arandina' y apoyando por ende a los agresores. Esa masa ausente de cuidado crítico respecto a las causas y consecuencias de sus actos, como es el de reunirse con pancartas con proclamas que repiten como papagayos partidos fascistas y machistas, no solo se muestra cruel y deshumanizada con la víctima y sus circunstancias, sino que asistimos a la confirmación de que ese partido antipolítico odiador está calando y atraviesa a nuestra sociedad de una manera muy efectiva.

En las fotos de esa manifestación miserable había gente muy joven. Esto siempre me sorprende. Gente muy joven manipulada por discursos machistas y fascistas. Qué perverso y qué horror. Recuerdo el 4 de noviembre. Muchos asistíamos a concentraciones de protesta (en Madrid fue frente al Ministerio de Justicia) por la sentencia del 'caso Manresa', en la que se condenó por abusos y no por agresión sexual a cinco jóvenes que violaron por turnos a una joven de 14 años. Protestábamos por los derechos de las mujeres, oponiéndonos al 'status quo', a una justicia que sigue siendo patriarcal. Y este sábado nos encontramos con este cuadro. Qué paradójicos son los movimientos reaccionarios con esas pancartas contra las "denuncias falsas" y solicitando una "justicia justa". Qué paradójicos y qué estúpidos: toda esa propaganda que niega la violencia hacia las mujeres, afirmando cosas estremecedoras y estúpidas y ridículas por su falsedad más que demostrada, y por la falta de comprensión del contexto en el que conviven los estúpidos. Propaganda de odio en una manifestación de odio. Pero, aunque estúpidos, nunca hay que subestimarlos, claro, la lucha ha sido eterna y tiene visos de seguirlo siendo. Sobre todo, nunca debemos subestimar su odio.

Marcia Tiburi, en su ensayo '¿Como conversar con un fascista? Reflexiones sobre el autoritarismo en la vida cotidiana', escribe esto: "La expresión del odio parece, para muchos, la irrupción de algo irracional en el seno de una sociedad en sí misma razonable. Por eso, tendemos a verlo como algo arcaico. Sin embargo, si el odio irrumpe en el seno de una sociedad civilizada en su fase tecnológica -en nuestra época, en la cúspide de la tecnología que supone lo digital- es porque, de alguna manera, es parte de esa sociedad".

El odio es una máquina perfecta para producir machistas y fascistas. El odio es inexplicablemente contagioso y últimamente predomina y está desatado.

Pero mira, ante esta condena de 38 años de cárcel de la Audiencia Provincial de Burgos, a los tres exfutbolistas por agresión sexual a una adolescente de 15 años, vale la pena plantar cara al odio. Y seguir insistiendo. Y seguir luchando de una manera pacífica ante la desvergüenza. Y últimamente, además, seguir luchando en un clima de barbarie que pensábamos que teníamos superado y que jamas se repetiría.