El alcohol como aglutinante social, como antídoto venenoso para vincularnos con los demás olvidando la timidez, las inseguridades y los miedos. El alcohol para liberarnos, vivir aventuras y desinhibirnos con desconocidos o conocidos, en actividades laborales o en las festivas. El alcohol, objetivo de veladas: quedar para beber. Todo esto ya lo sabes. Sabes por ejemplo que cuando quedas con alguien y apenas os conocéis, empezáis a beber y así todo se vuelve más fácil, y suceden las cosas que deseabas que sucedieran. O puede ser también que se convierta en una pesadilla, porque también sabes que "cuando los hombres se ponen ciegos hacen cosas, cuando las mujeres se ponen ciegas, se las hacen a ellas".

Esto lo sabe de buena tinta Sarah Hepola, una periodista y escritora originaria de Texas, y lo cuenta en su libro Lagunas, editado por Pepitas de Calabaza divinamente. Uno de los mejores libros de memorias sobre una adicción que he leído en mucho tiempo.

En el siglo XX, las mujeres eliminaron la brecha de los sexos con respecto al alcohol. La sociedad empezó a asimilar a las mujeres consumiendo en el espacio público, y aquello supuso el fin del dominio exclusivo de los varones. Pero siempre hay un precio, lo sabemos perfectamente. Para nosotras los logros conseguidos nunca son gratis: la sociedad lo asimiló, lo que no significó que lo aprobara de todas, todas. Es complejo, pero aún a día de hoy que las mujeres beban "más de lo que deberían" quebranta la imagen de lo que se espera de ellas, empaña el estereotipo de "buena" y por ende de buena madre, de buena hija, de buena esposa, bla bla bla… Tú puedes creer que todo esto está superado y que esto que te expongo es una exageración. A lo mejor hasta te llevas las manos en la cabeza escandalizado por esta apreciación. Pero párate un momento y piénsalo.

Pero volvamos a Hepola. La periodista nos relata lo emocionante que fue irse a vivir a Nueva York por trabajo, las ansias por las prometedoras aventuras que le esperaban allí, vivir las fantasías de mujeres liberadas que veía en las películas con una copa de vino, como Audrey Hepburn o las cuatro mujeres de Sexo en Nueva York, como ella misma explica. Quería disfrutar y el alcohol fue el ticket para el despiporre: "joven, culta y borracha; esa era mi vida cotidiana. No me parecía raro pedir botellas de vino en las conversaciones difíciles -más bien en todas- porque era lo que había visto en el cine y en la televisión".

Pero las grietas empezaron a aparecer y el alcohol, antes gasolina para la diversión y el desenfreno que la transformaba en una mujer sexualmente liberada, y en la más divertida de la noche pronto la convirtió en una persona asustada a todas horas; asustada porque solo intoxicada podía aguantar su rutina vital y asustada de lo que había hecho durante sus lagunas, en esos apagones donde se borran los recuerdos. Aquí Hepola nos habla de la cultura de la violación y de cómo en su vida el alcohol había enturbiado la cuestión del consentimiento.

Este libro es una historia sobre cómo alguien se vuelve adicta a la bebida y lo difícil que fue que saliera de ahí. Unas memorias que revelan lo que supone ser mujer y tener que beber para vivir. Pero no es una historia confesional de esas que nos encantan llena de ira, tristeza y desconsuelo, no. Aquí el tono es muy realista, sí, incluso crudo, pero plagado de ironía, de autocrítica bien y de humor. Todo un poco Fleabag, y Fleabag nos encanta, ¿verdad que sí? Seguro que este libro también lo hará.