Franco diseñó una guerra larga. Una contienda que le permitiera eliminar sistemáticamente a todos sus enemigos. Los de uno y otro bando.

Los de su bando que podrían ser un estorbo en la consecución de su objetivo, que no era otro que el poder absoluto, político y militar, los orilló con tiempo y amenazas veladas.

Los del bando demócrata recibieron un trato más sistemático: la persecución y aniquilación durante tres años de guerra y 40 de dictadura. El único lugar de Europa donde triunfó el fascismo mantenía en el siglo XXI un templo católico con ayudas estatales a mayor gloria de un genocida 40 años después de la llegada de la democracia. Este anacronismo llega a su fin. Pero no deberíamos detenernos aquí.

Hay que reasignar uso a un templo que nunca ha sido "de la reconciliación". Hay que enterrar a los muertos de las cunetas con dignidad, como se va a hacer con la momia de Franco. Hay que reparar los abusos de 40 años de injusticias.

Como país moderno y democrático, no nos podemos permitir leyes de punto final...ni olvidar.