Había un multitudinaria prueba deportiva en el centro de Madrid. Pero era una feria del disco cerca de la meta lo que me había llevado hasta el paseo del Prado una mañana de sábado. Me abría paso entre corredores en chándal con medallas colgadas, turistas, miembros del SAMU y policías locales cuando las vi. Una treintena de tiendas de campaña formadas frente al ministerio de Sanidad.
Bajo el estruendo de la megafonía que animaba a los "runners" los últimos metros de prueba a ritmo de AC/DC se levantaba un pequeño campamento del que no tenía noticia. Los "campistas" se aseaban ajenos al reparto de tabletas de glucosa y mantas térmicas reunidos bajo una pancarta: "Por una vivienda digna".
Me acerqué convencido de encontrarme con la acción de alguna ONG, nostálgicos del 15-M o afectados por la enésima y pérfida maniobra de algún fondo buitre. Pero no. Lo que allí se reunía era una pequeña muestra de lo más vapuleado de nuestra sociedad. Los más olvidados.
Gente tan invisible aquel luminoso día de prueba atlética popular como el resto de días del año. Gente sin techo. Familias enteras orilladas por la crisis que lo perdieron todo y aún adeudan al banco que les jaleó para que pidieran una hipoteca del 110%, madres coraje con hijos discapacitados, treintañeros que dejaron los estudios por un andamio en plena explosión del ladrillo y nunca pudieron recolocarse... una muestra de los errores de los últimos 20 años en España.
La diferencia es que estas familias habían decidido no resignarse. Querían probar algo de ese "Estado del bienestar" del que tanto nos habían oído hablar a los periodistas. Así que han decidido acampar frente al ministerio de "políticas sociales", a ver cuánto de verdad hay en ese cartel...