El 93% de las 188 jugadoras de los 16 equipos de la liga han votado a favor de una huelga que pretende dar unas condiciones mínimas a las deportistas. Se parará en la octava jornada, es decir, desde el 2 de noviembre, y no es fruto del calentón de unas estrellas tan caprichosas como pedantes. Eso es más bien cosa de hombres.

Durante más de un año las futbolistas han luchado por negociar un convenio sin éxito. El fútbol femenino ha empezado a cosechar interés y lo que es más importante: a recaudar. Es hora de que las mayores responsables de este éxito empiecen también a disfrutar de él. Hablamos de deportistas de élite que cobran 8.000 euros al año por la dedicación exclusiva a los colores de un club. Piden un mínimo para poder vivir de su trabajo. Ahora que el fútbol femenino llena estadios, como hemos podido comprobar en San Mames con casi 50.000 espectadores, o en el Wanda, con 61.000 en un día de competición liguera, es tiempo de atender mejoras largamente reclamadas.

Hay muchos flecos que cerrar en ese convenio pendiente de firma, que van del salario mínimo a las ayudas por maternidad o lactancia. Quedan días hasta el inicio real de la huelga. Aún se puede evitar y atender unas reivindicaciones que sólo pretenden acercar más la igualdad entre hombres y mujeres en el fútbol del siglo XXI.

Seguro que si en las directivas de los clubes hubiera más mujeres, esta prórroga no sería necesaria.