Últimamente la justicia se ha convertido en efectivo freno del poder político en su afán por laminar la calidad del aire que respiramos. La justicia holandesa obliga al gobierno de ese país a reducir un 25% la emisión de gases de efecto invernadero y le recuerda que es su obligación velar por la salud y la seguridad de sus ciudadanos.

Amén de que el país tiene un tercio de su extensión bajo el nivel del mar. Como este siga creciendo les va a quedar a los holandeses un solar del tamaño de Logroño. No es la primera vez que la justicia defiende la ecología, la calidad del aire y el futuro de este planeta.

Almeida aun se duele del doble capón que sendos juzgados madrileños le dieron al tratar de laminar Madrid Central. Los jueces le recordaron que existen sobrados motivos de salud para no acabar con las zonas de bajas emisiones.

Uno de los magistrados aun se gustó más al recordarle al regidor popular que su equipo no tenía plan alternativo a lo que pretendía eliminar y que la salud de los madrileños también era negociado suyo. No sólo retomar el belén de tradición hebrea del consistorio.

El alcalde debió salir tan escocido cómo aprendido: se ha convertido en firme paladín y convencido militante de las zonas de bajas emisiones. Greenpeace y Ecologistas en Acción aseguran que aún puede mejorar su compromiso con el degradado medio ambiente capitalino. Veremos si mejora sin más ayuda de togados.