Cada minuto se venden un millón de botellas de plástico en todo el mundo. El plástico es uno de los materiales con peor reputación. Esto sucede porque a menudo se juzga la sostenibilidad de un material y su impacto medioambiental solo en función de si es fácilmente biodegradable. Sale ganando la botella de vidrio porque es fácil imaginarla reconvertida en estéticos granos de arena de colores. Sin embargo, este análisis es superficial e incompleto. No se está teniendo en cuenta el ciclo de vida de la botella: qué impacto medioambiental tiene su fabricación, cuánta energía se usa en su producción y transporte, cómo se conserva, si se reutiliza, cuánto tiempo de vida útil tiene…

Todos estos parámetros se han analizado científicamente y, para sorpresa de muchos, las botellas de vidrio o aluminio no salen mejor paradas que las de plástico. Eso sí, las botellas de plástico tienen mucho margen de mejora.

El análisis de ciclo de vida, ACV (LCA en inglés) es un balance ecológico con el que se evalúa el impacto ambiental de un producto durante todas las etapas de su existencia, desde la extracción de materias primas, la producción, la distribución, el uso, la posible reutilización, el reciclaje, la valorización y la gestión de residuos.

El plástico es un material ligero, inerte y duradero, lo que en principio es ventajoso. Pero la realidad es que el 80% de los residuos que llegan al mar son plásticos. Se estima que cada año llegan al mar más de diez millones de toneladas de plástico. China, Indonesia y Filipinas encabezan la clasificación de los países que más cantidad arrojan, y los 20 primeros –todos en Asia y África, excepto Estados Unidos y Brasil– son responsables del 83% del plástico mal gestionado que puede acabar en el mar. De todo el plástico que llega al mar, el 1,5% se ha convertido en microplásticos, se ha ido fragmentando hasta transformarse en pedazos tan pequeños que son muy difíciles de eliminar.

El plástico llega al mar porque no se está reciclando ni destruyendo como es debido. En España solo el 66,5% del plástico se recicla y el 12% se incinera para obtener energía. En Europa apenas se recicla el 30%.

Las propiedades que hacen del plástico un material difícil de gestionar como residuo lo convierten a su vez en un material esencial en la medicina, el transporte o la agricultura, permitiendo reducir la huella de carbono en desplazamientos o envasando de forma segura todo tipo de alimentos. Los plásticos tienen una importancia vital en la pandemia, por ejemplo en el material sanitario como los EPIS y las mascarillas, ya que todas están hechas de diferentes tipos de plástico.

Para comprender en profundidad esta dicotomía entre los beneficios e inconvenientes del plástico hace falta información y datos para tener una visión más equilibrada y objetiva. Por eso recientemente se ha presentado el informe R-PET, un estudio elaborado por el CIDEC en colaboración con varios organismos y centros de investigación como Vertidos Cero, CIRCE, ICTA, AIMPLAS, AINIA, IDAEA-CSIC y AFI. En el estudio se tomó como vara de medir el plástico PET. La conclusión es que es necesario un cambio de paradigma de "residu" a "recurso" que empieza por apostar por el reciclado del PET.

El PET es el tereftalato de polietileno, es un plástico de tipo poliéster muy usado en envases de bebidas y en textiles. Químicamente es un polímero termoplástico, lo que significa que se le puede cambiar de forma aplicando calor. Las clásicas botellas de agua son de PET.

Hay dos formas fundamentales de reciclar plástico: el reciclado mecánico y el químico. El reciclado mecánico es un proceso físico que consiste en identificar los plásticos y separarlos por tipos, triturarlos y fundirlos con calor para darles una nueva forma. El reciclado químico es algo más complejo, ya que consiste en romper los polímeros de plástico en sus unidades químicas fundamentales; es como si el plástico fuese un collar (polímero) y se escindiese en cuentas (monómeros u oligómeros). Esto permite hacer nuevas polimerizaciones (recomponer nuevos collares) y obtener PET u otro tipo de polímeros, como fibras o resinas de poliéster.

Actualmente en España el reciclado mecánico es un proceso maduro frente al reciclado químico, que apenas está iniciado y donde las inversiones requeridas para desarrollar nuevas instalaciones son de mayor envergadura.

Un aspecto importante a tener en cuenta dentro de los procesos de reciclado es la seguridad que deben proporcionar los envases que entran en contacto con alimentos, ya que deben cumplir con las exigencias de la autoridad europea en seguridad alimentaria (EFSA). Para ello se emplean sofisticadas técnicas de separación y detección, como cromatografías y espectrometrías, para determinar la presencia de sustancias sensibles que pudiesen migrar al alimento. Hay dos tipos fundamentales, las IAS (sustancias añadidas artificialmente) como monómeros, aditivos poliméricos y catalizadores, y las NIAS (sustancias no añadidas artificialmente) como productos de la degradación, impurezas de polímeros, residuos del reciclado o sustancias postconsumo.

El resultado de los análisis es que las botellas de PET y R-PET (PET reciclado) usadas habitualmente en España ha demostrado la poca diferencia entre los compuestos identificados y sus niveles de migración en PET virgen y PET reciclado, lo que demuestra un uso de polímeros seguros y que los procesos de reciclado se han hecho cumpliendo las normas de EFSA. Tanto es así, que actualmente la exigencia de calidad va más allá de los parámetros legales. La evolución de la industria del R-PET ya contempla criterios organolépticos, que afectan al sabor, más allá de la seguridad alimentaria. Se espera que la EFSA pronto contemple estos parámetros. Actualmente en España contamos con una decena de empresas recicladoras de plástico con evaluación positiva de la EFSA.

Fuente: informe R-PET de CIDEC

El primer alimento que pudo incorporar material reciclado en sus envases fue el agua. Tomando como referencia las botellas de agua de 33 cl, en este estudio se ha hecho un análisis del ciclo de vida (ACV) de diferentes tipos de botellas (plástico virgen PET, plástico reciclado R-PET, vidrio, aluminio y brik). El R-PET presenta los mejores resultados en huella de carbono y eficiencia de material.

Eficiencia del material

Las botellas de vidrio son la solución menos eficiente en cuanto a cantidad de material se refiere: se precisan 230 g para envasar 33 cl de agua. Seguido por el brik con 32 g, 14 g de la botella de PET y la botella de 50% de PET y 50% de R-PET con 14 g y la lata aluminio con 13 g.

Material reciclado

Las latas de aluminio se pueden reciclar y utilizar como materia prima en múltiples ocasiones. El PET permite producir R-PET y el propio R-PET permite reciclarse en más R-PET. El aluminio y el PET comparten la primera posición. El vidrio que permite reciclarse en más vidrio incorporando un porcentaje de vidrio virgen cae a la segunda posición y finalmente el brick, que es un envase multicapa compuesto por un 75% de cartón (procedente de pulpa virgen), varias capas de polietileno (20%) y una película de aluminio (5%) también puede contener material reciclado en la parte de papel.

Huella de carbono

La huella de carbono se expresa como CO2 equivalente. Esta unidad expresa el sumatorio de gases de efecto invernadero expresados con su equivalencia en dióxido de carbono, mediante factores de equivalencia según la capacidad de retención de calor de estos gases en la atmósfera (ej. 1 Kg de metano equivale a 25 Kg de CO2).

Los resultados de huella de carbono de los materiales muestran que el R-PET 100% es el material con menor impacto para ser producido en España con una huella de carbono de 0,71 g de CO2 eq. por gramo de material. Este resultado muestra una reducción de la huella de carbono respecto al gramo de PET virgen del 77%, una reducción sobre el gramo de vidrio de un solo uso del 25%, una reducción del 63% sobre el gramo de aluminio y del 91% sobre el gramo de brik.

Los resultados obtenidos de huella de carbono de R-PET y PET son algo inferiores a la mediana europea que muestra un valor de 0,84 gramos por gramo de R-PET. Y bastante superiores a países con perfiles energéticos con más renovable en el mix eléctrico como Suiza que presenta un valor de 0,28 gramos por gramo de R-PET.

La huella de carbono para envasar 33 cl de agua en esquema de un solo uso de la botella 100% R-PET es de 9,9 g de CO2 eq., por tanto, la botella de plástico R-PET es la de menor huella de carbono. Una nueva botella de R-PET con calidad alimentaria es mucho más sostenible que usar material virgen. No obstante, si no existe capacidad de producir botellas con 100% R-PET y hay que mezclar PET virgen y R-PET la huella de carbono asciende a 26,7 g de CO2 eq. La botella de PET con 100% de material virgen presentaría una huella de carbono de 43,5 g de CO2 eq.

El brik presenta una huella de carbono de 61,8 g de CO2 eq. En cuarta posición se encuentra la lata de aluminio con una huella de carbono de 107,6 g de CO2 eq. El aluminio, aunque incorpore un elevado porcentaje de origen reciclado, presenta una elevada huella de carbono debido principalmente al uso intensivo de energía para su producción.

Finalmente, el envase con peor huella de carbono, en un escenario de consumo de un solo uso es el vidrio. La huella de carbono de este envase de vidrio asciende a 287,7 g de CO2 eq. Este resultado se debe a la demanda energética para producir el envase con este material y a que el esquema de un solo uso perjudica notoriamente a un envase con capacidad para ser reutilizado.

Reciclabilidad

El envase con mejor puntuación es la lata de aluminio con un 86% de reciclabilidad. Las plantas de selección de envases, así como las plantas de tratamiento mecanicobiológico que recuperan ciertas fracciones de materiales muestran buena eficiencia para recuperar y clasificar correctamente los envases de aluminio.

El segundo envase con mayor reciclabilidad sería el vidrio con un 80% debido en gran parte a su mejor recogida selectiva. El tercer envase con mayor reciclabilidad sería el PET y el R-PET con un 76% procedente sobre todo de PET transparente. Finalmente, no se disponen de datos actualizados de la reciclabilidad del envase de brik por no conocer planta recicladora que en la actualidad esté reciclando los envase de brik en España.

Fuente: informe R-PET de CIDEC

Las botellas de plástico reciclado son las más sostenibles, pero se necesita algo más.

El análisis del ciclo de vida revela que el plástico reciclado es el material más sostenible. Sin embargo, para hacer una apuesta realmente sostenible por el plástico se necesita de la acción conjunta y unidireccional de toda la cadena de valor (empresas, gobiernos, consumidores, etc) para conseguir una adecuada gestión del material, evitando que termine en el medio natural, y creando mercados secundarios eficientes con los que avanzar hacia una economía verdaderamente circular.

La Unión Europea ha sido pionera proponiendo unos objetivos de reciclaje y reutilización de envases de plástico, para alcanzar el 50% en 2025 y el 55% en 2030. Además, para ese año todos los envases plásticos introducidos al mercado deberán ser reciclables o reutilizables a un coste rentable para los operadores económicos.

Considerando el caso concreto de las botellas PET para bebidas, la Directiva 2019/904 relativa a la reducción del impacto de determinados productos de plástico en el medio ambiente, establece una serie de medidas que pretenden impulsar el mercado secundario de materias primas plásticas por una doble vía. Por un lado, fijando unos ambiciosos objetivos de recogida separada de botellas (77% en 2025 y 90% en 2030), y por otro, exigiendo que esas botellas incorporen al menos una tasa de material reciclado del 25% para 2025 y del 30% para 2030.

Los Estados miembros tienen hasta julio de 2021 para transponer a sus ordenamientos jurídicos esta Directiva. En el caso de España, el Gobierno está preparando una nueva Ley de residuos y suelos contaminados para reemplazar a la que está actualmente vigente de 2011. Se prevé la creación de dos impuestos, uno a los envases de plástico vírgenes no reutilizables, y otro al depósito en vertedero e incineración. Estas nuevas figuras tributarias persiguen el robustecimiento de la economía circular, y en particular, buscan aumentar la demanda de plástico reciclado.

Sin embargo, el estudio del CIDEC revela que el mercado español no se encuentra preparado actualmente para el incremento de la demanda de plástico reciclado. En concreto, la capacidad de producción de PET reciclado (R-PET) de uso alimentario es significativamente menor que su demanda. Solamente para cumplir con los objetivos europeos del 25% de plástico reciclado en las botellas, se necesitarán unas 54 kilotoneladas anuales de R-PET, cuando la capacidad instalada para la producción de R-PET de uso alimentario en 2019 no superaba las 35 kilotoneladas. Esto exige un redimensionamiento que dé respuesta a la demanda y que se garantice la circularidad de los envases de plástico PET en general y de las botellas de PET en particular.

Este desajuste entre la oferta y la demanda de R-PET podría traducirse en una oportunidad de mejorar la eficiencia de los procesos de recogida y reciclaje, acometiendo nuevas inversiones y modernizando la capacidad competitiva de la industria del R-PET en España. Para ello habría que tomar una serie de medidas que requieren de la colaboración público-privada, como promover que las empresas envasadoras mejoren el diseño de sus productos de manera que se facilite la separación de componentes, se evite el uso de materiales metálicos en cierres o se supriman los envases opacos y la impresión en tinta en el material. También habría que tomar medidas vinculadas a la gestión de residuos de envases de PET, como la mejora en los procesos de recogida y la mejora de las especificaciones técnicas de los materiales recuperados.

En conclusión, desde el punto de vista de la ciencia de materiales y teniendo en cuenta el análisis del ciclo de vida, las botellas de plástico son la opción más sostenible. Pero para que esta constatación científica sea plausible se necesita un compromiso mayor.