El PP sigue inmerso en un debate interno sobre qué grado de crispación deben imprimir a la política nacional. El dilema también incluye dudas acerca de si acomodarse en el centroderecha o deslizarse más y más hacia la derecha. Desde ese punto de vista, el hecho de que personas como Borja Sémper terminen por no encontrar su sitio en política es una mala noticia y un síntoma del sectarismo en el que estamos inmersos.

En ocasiones, da la sensación de que el PSOE, en su intento de polarizar a la sociedad, va poniendo señuelos al Partido Popular para apropiarse de ese centro que aparenta desdeñar Pablo Casado. La última polémica ha sido el veto parental a aquellas actividades escolares relacionadas con la moral que ha impuesto VOX en Murcia, con la complicidad del PP y de Ciudadanos. Bastó una sola frase de la Ministra de Educación ("Los hijos no son de los padres") para exacerbar a Casado.

En lugar de elevar la altura del debate, con sosiego y argumentos que puedan resultar interesantes, el líder popular ha sacado a colación a los comunistas y a Cuba, para preguntarse si lo que está diciendo el gobierno es que "los niños son de la revolución". "¿Vamos a llegar también a que los niños delaten a sus padres si no son buenos revolucionarios?", ha añadido Casado. Y ha concluido con un "que nadie meta las manos en nuestros hogares".

En definitiva, política de trazo grueso. Porque lo mismo se le podría decir a él, cuando decide meter las manos en los úteros de las mujeres aludiendo a su experiencia personal con un hijo prematuro para rechazar la ley del aborto. Se puede hacer oposición sin aspavientos. Y el PP puede encontrar su sitio en la derecha, sin necesidad de tener que invocar ahora continuamente la caza o los toros para quitarle votos a Santiago Abascal. Si apuesta por parecerse a VOX, ganará VOX.

No le faltaba razón a Sémper cuando, en su despedida, hizo un llamamiento a "prestigiar la política", a recuperar el respeto y a huir de partidos que más parecen "trincheras". Entre otras cosas, llega un momento en que si ejercer la oposición significa generar alarma y estar en contra de todo con tremendismo, terminarán perdiendo la credibilidad.

El propio Casado, que va cuesta abajo y sin frenos, ha caído en su propia trampa. Ha criticado al Gobierno por utilizar el veto parental como "cortina de humo" para que no se hable de la controvertida elección de Dolores Delgado como Fiscal General del Estado. Y lo dice mientras él mismo dedica más de medio mitin a hablar del dichoso veto parental. ¿No se dará cuenta de lo absurdo de la situación? Si lo que nos espera en esta legislatura es que Casado y Abascal se peleen por ver quién está más enfadado con el PSOE a costa de recurrir a las vísceras del votante, no llegaremos a nada bueno. Considero totalmente lógico subrayar todo aquello que el ejecutivo haga mal, pero pretender a estas alturas convencer a los españoles de que de pronto en dos días nos vamos a convertir en Cuba, es un insulto a la inteligencia.