Los periodistas dudamos poco. Y deberíamos estar programados para dudar de una forma compulsiva, paranoica, casi preceptiva. Pero no lo hacemos, o al menos, no lo hacemos lo suficiente. Así, acostumbramos a dar por bueno, como si se tratase de "palabra de Dios", lo que nos dicen las notas de prensa de los gabinetes policiales de comunicación, el contenido de los autos judiciales o de los informes de Fiscalía.

El periodista, naturalmente, pasa por su tamiz (y por el tamiz del grupo empresarial o del comisariado político de la empresa pública en la que trabaje) dicha información, pero el resultado habitual, mayoritario, es que la dirección del dardo que lanzan esos documentos oficiales es el que marca la dirección o los términos en los que se sitúa el titular (por lo tanto, el enfoque e intención) de la consecuente noticia. "Detenida una mujer joven por tentativa de asesinato de su maduro y adinerado esposo", equivale a "fíjate el pedazo de putón ese, como se ha intentado cargar al pobre de su marido. Incauto, como no se dio cuenta. Todas estas arpías son iguales".

Asesina o ángel de la guarda

Veamos. El día 23 de junio Angela Dobrowolski trató de matar a Josep María Mainat, su marido, 40 años mayor que ella e infinitamente más acaudalado que su joven y rubia esposa. Los Mossos la detuvieron semanas después cuando recibieron la denuncia al respecto presentada por el hijo del magnate televisivo. La breve investigación policial concluyó que Angela trató de matar a Mainat (enfermo de diabetes) con una sobredosis de insulina. Los Mossos realizaron una composición factual lógica (que no quiere decir fundada) aunque, con los mismos ingredientes, hubiera resultado igualmente lógica, una versión en sentido radicalmente contrario.

En todo caso, la detención, con esos cargos y respeto a esos indicios, llegó a manos de la prensa y todos (unos antes y otros después) dimos por "solvente" el argumentario que nuestras fuentes, las oficiosas, pero también y sobretodo las oficiales, vertían al respecto.

Lo compramos todo al peso

Nadie dudó. ¿No le pareció a nadie raro que una mujer detenida por intentar matar a su marido (los Mossos aseveran que lo intentó en un plan macabro y minucioso, pero no lo consiguió de chiripa), quedara en libertad sin apenas medida cautelar alguna? (Angela ha entrado en la cárcel recientemente por quebrantar la medida de alejamiento contra su marido. Nada que ver con el intento de asesinato del día 23 de junio).

¿Una asesina en ciernes… ¡y queda en libertad sin apenas medida cautelar!? ¿A nadie le chirría esto? Al juez, por lo que se ve, un poco. A la prensa, nada de nada.

Veamos. No hace falta ser jurista para detectar en una primera observación a vuela pluma del atestado policial que el relato es tan lógico (viuda negra ávida de jugosa herencia frente a ancianito adinerado e ingenuo) que, necesariamente, la cosa pierde aceite por algún lado.

La dulce y negra caja

La 'caja negra' a la que se agarra la policía es el glucómetro, para sostener que Angela tardó casi media hora entre el momento en que el aparato detectó la crisis de hipoglucemia aguda de Mainat y el momento en el que ella llamó a la ambulancia. Es más, el mencionado glucómetro nadie sabe dónde está. Sí se sabe que fue el propio Mainat quien semanas después de haber abandonado el hospital lo llevó a manos de los Mossos, quienes lo fotografiaron e incluyeron esas fotografías en el sumario. Y uno se pregunta… ¿el que llevó Mainat era el controvertido glucómetro? ¿O era otro, del mismo color, marca y modelo? Si era el utilizado por Angela en día de autos… ¿se ha verificado que éste no fuera alterado antes de ser llevado ante la policía? ¿Una vez en manos de la policía judicial, se le devolvió a Mainat el decisivo aparato? ¿Por qué? ¿Dónde está el glucómetro?

El juez no lo tiene. ¿Se va a poder trazar la preceptiva cadena de custodia de esa pieza de convicción tan fundamental?

La realidad adulterada por omisión

Sí, lo sé, son preguntas un pelín perversas, pero sus respuestas deberían ser lapidarias. Lo deberían ser en del marco de la causa penal (para que ésta fuera indubitada) y también en el proceso de construcción periodística de la realidad. Pero nadie ha hurgado más allá de lo que se nos dijo en un primer momento.

"Qué bien me sienta una mujer arpía, infiel y viuda negra. ¿para qué moverlo?".

Quien suscribe, como todos, hemos resbalado en la piel de plátano del discurso oficial. Justo es que, llegado a este punto de la reflexión, paremos el motor, establezcamos una mirada cenital y desinteresada del asunto, y pongamos los interrogantes donde tocan. Lo otro, el seguidismo, se me antoja con la misma vocación de irrelevancia que asumen los sonrientes mariachis del cantante o los entregados palmeros del rumboso rumbero.

Cante lo que cante el maestro aquí, estoy yo para aplaudir como un bobo. Pero eso, amigos, no es periodismo.

Creo yo.