Si una mujer calla cuando la masa la señala la sociedad retrocede. Por eso no se puede dejar sola a Ángela Rodríguez Pam. La izquierda suele ser más crítica que la derecha con sus políticos, algo que alcanza de manera especial a la correlación mediática. Por eso cuando un político de izquierdas comete un error y existe una opinión generalizada de crítica hacia él comienza una dinámica tóxica que suele favorecer la búsqueda de la opinión más gruesa, desaforada, agresiva y virulenta para lograr el favor del público más militante. Si el objetivo es una mujer ya no hay línea roja que traspasar para conseguir epatar.

La pasada semana la secretaria de Estado de Igualdad, Ángela Rodríguez Pam, cometió la imprudencia de difundir un vídeo de la manifestación del 8M en la que se deseaba que Abascal hubiera sido abortado por su madre. Un error que no debería haber cometido al ser un alto cargo del gobierno. La opinión que censuró dicho comportamiento fue mayoritaria. Ángela Rodríguez Pam borró el vídeo reconociendo su error de manera implícita y la polémica tendría que haber cesado en ese momento. Pero la reacción no retrocede cuando hace sangre, no suele aflojar la mandíbula si eso ocurre y necesita alargar la polémica a pesar de que haya una sanción general sobre el error. Entonces comienza a desbarrar para ganar el favor de la masa fascia.

Ángela Rodríguez Pam sirve para ejemplificar cómo funciona el machismo. La crítica política, legítima y necesaria, deja paso en pocos días a artículos llenos de delirios, posturas demenciadas e insultos sin límite. El supremacismo masculino está ganando posiciones tras un tiempo de retroceso hasta el punto de que el director de El Mundo, Joaquín Manso, se siente con el poder y la validación como para poder opinar sobre la estética y el comportamiento de una secretaria de Estado del gobierno en la semana del 8M: "Su lenguaje procaz y maleducado, su actitud frívola y desacomplejada y su estética kitsch y feísta son la encarnación del modelo de sociedad que pretende imponer el radicalismo". Sorprende la desfachatez machista de Manso incluso habiendo sido criado en el Elías Ahuja.

La opinión publicada tiene la capacidad para alargar polémicas y obviar otras aunque tengan la misma base fáctica. En la misma semana en la que una secretaria de Estado se equivoca al no diferenciar el activismo de su cargo público, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se atrevió a hacer burla del cambio de sexo al ser preguntada sobre la ley de paridad. Un cargo de mayor nivel que el de la secretaria de Estado hace mofa de un colectivo vulnerable y no solo no es la noticia principal de la agenda pública, sino que pasa sin pena ni gloria por las escaletas.

No creo que la sobreexposición de Ángela Rodríguez Pam favorezca a Podemos. Es posible que sea la única secretaria de Estado conocida por una parte importante del electorado cuando es un puesto que suele ser ocupado por perfiles técnicos. No es normal que una número 2 de un ministerio tenga tanta presencia pública porque para manejar el mensaje en un momento de crisis hace falta una finezza y precisión que Ángela Rodríguez Pam ha dado muestras de no manejar con mucho tino. La crítica política a sus expresiones, posiciones y mensajes es una obligación democrática y forma parte del necesario control al gobierno. Pero los límites con Pam se pasaron hace mucho tiempo, del mismo modo que ocurre con todas las mujeres que han ocupado algún puesto de responsabilidad en la izquierda. Ser mujer, hacer política y no callarse tiene un coste demasiado elevado en España y sirve para dejar en evidencia que el machismo está presente en cada tribuna y espacio de poder sin haber menguado un ápice. Pam es la expresión concreta de por qué el ministerio de Igualdad es necesario. Habla, Pam, grita y no dejes que te silencien, habla mucho, aunque te equivoques y no estemos de acuerdo. No quiero un país donde las mujeres son abrumadas por los insultos cuando tienen voz pública. Si te callan y derrotan todos perderemos.