Había baldaquino de gala pero no había sandwichs de foie gras en triangulito. Eso siempre hace perder puntos a un cumpleaños púber con la familia. Leonor venía de blanco porque se nos casa con España. La puesta de largo monárquica contó con la presencia hasta del nuncio vaticano, un señor filipino que responde al nombre de Bernardito y que por un lado tenía a Javier Solana y por otro a los cuatro expresidentes del Gobierno. El Congreso hoy era como el teatro de La Regenta, había que ir a dejarse ver, a ver, pero sobre todo a que te vean. De eso se ha encargado la reina Letizia, que nada más sentarse hizo un mapeo del Congreso mediante un paneo visual para cerciorarse de que estaba todo el mundo.

La princesa vino al evento en el 'Leonormóvil', un Rolls Royce con techo descapotable, y con una comitiva de señores con penacho de colores montados a caballo. Todo muy sencillo y mundano para acercarse a la plebe. Ya pueden abrirle una cuenta en Tiktok a Leonor para aproximar a la princesa a los jóvenes porque con el boato decadente de estas celebraciones solo consiguen pegarse a lo rancio y el vejestorismo. Leonor no importa a los jóvenes, como no importa al común de la ciudadanía. El trabajo del propagandismo para hacer comestible la tercera generación de monarquía en democracia va a tener que acercarse al norcoreanismo. Pondrán todo de su parte, eso seguro.

El desinterés cívico por jura de Leonor no puede ser opacado por el inmenso despliegue hagiográfico que se ha dado en los medios de comunicación, convirtiéndose en una parte más de la corte y olvidándose del verdadero papel que la Constitución les otorga. El servilismo y el vasallaje desplegado por los asistentes al evento sorprende por lo desvergonzado. Incluso la tribuna de prensa, que tiene como objeto ser mero testigo de los hechos, se levantó y aplaudió a la heredera con honrosas excepciones que sí tenían claro que su papel no cambia cuando se trata de ser notarios en el cumpleaños de la hija del rey.

La ceremonia de la jura de la Constitución de Leonor se convertía en el sueño húmedo de la derecha mediática. Un Congreso señoro, sin nacionalistas, comunistas, separatistas y terroristas. Una restauración temporal de los usos y costumbres de la burguesía nacionalista española un día después de que se consumara la traición a los valores de orden que la fotografía de Santos Cerdán con Carles Puigdemont, president por la gracia de siete votos. Un respiro "constitucional" entre ruptura y destrucción de España. Los senadores del PP, felices, ocupaban los escaños que suelen estar ocupados por ERC, Bildu, PNV y Sumar. Suspiraban por lo que fue y dejó de ser. La nostalgia decimonónica se podía respirar concretada en cultura de la Transición.

España se rompía ayer, pero hoy jura Leonor, que es España hecha carne. España prevalece, pero mañana se anuncia la fecha de la investidura y vuelve a romperse España. Es una ruptura homeopática. Una ruptura interruptus, el interregno constitucional de Leonor. Pedro Sánchez ha vuelto a hacerlo, con el simple manejo de los tiempos ha conseguido que la jura de Leonor sirva como factor legitimador de sus negociaciones situando el acto institucional monárquico más importante después de la coronación entre la aceptación de las negociaciones y la investidura. El acto continuador de la monarquía constitucional sirve como símbolo de la pervivencia institucional y como elemento que desmonta el relato reaccionario de la derecha. Leonor jura, Pedro Sánchez reina.