La memoria sirve para construir el presente. No existe un estado de justicia social que se construya a través del sufrimiento de gente inocente y la violencia indiscriminada como sujeto político activo. Sirva esto como principio ideológico, casi vital.

Esta semana leí una entrevista en La Directa a la etarra Marina Bernardó que me resultó ciertamente inquietante. Una pieza hagiográfica en la que se presenta a la miembro de la banda terrorista como una luchadora clandestina contra la represión del Estado. Todo sirve paravincularlo con su relato progresista de emancipación nacional. Una parte de la entrevista me pareció especialmente inquietante, más la pregunta que la respuesta por lo que implica de asimilación de ciertos postulados en una parte importante de la izquierda catalana en el presente:

"Què diries als qui durant tants anys us han definit com "terroristes" o "assassines"?

Que s'informin per mitjans que no són els massius, que estan contaminats i que manipulen totalment els conflictes. Molta gent ens coneix personalment i se sorprèn que som bona gent, tenim principis i valors com la solidaritat, el compromís i el suport mutu. Han pogut veure com cau pel seu propi pes tota aquesta imatge de la “terrorista” de sang freda que només vol matar".

En la entrevista se obvia de forma concreta la implicación de Marina Bernardó en los Comandos de ETA en Barcelona, Gaztelugatxe y Gorbea. Su participación en la estructura logística para perpetrar atentados como los que acabaron con la vida de Francisco Cano y José Luis Ruiz Casado. Marina Bernardó ayudó al etarra Fernando García Jodrá a esconderse tras la desarticulación del comando al que pertenecía. García Jodrá fue el etarra que había asesinado a Ernest Lluch el 21 de noviembre del año 2000. Nada de eso aparecía en la entrevista en La Directa, ni una mención o pregunta. Eso sería pedir periodismo. Que confrontaran directamente con lo más duro del personaje. Eso no pasó, en todo el texto se percibe un profundo respeto y admiración por ella.

Marina Bernardó fue recibida como una heroína en su barrio en Gràcia por el colectivo 'Rescat', que la califica como presa política. En aquel homenaje a una terrorista en un barrio de Barcelona, la etarra colgó para homenajear a su vez una foto de Dolores López Resino (Lola) que acompañó con unas palabras: "Pienso especialmente en la Lola, nuestra compañera [aplausos nutridos de los presentes] y quería dar las gracias por todos los gestos que nos han llegado, todos los conciertos, las campañas solidarias y os animo a escribir a la Lola y a todas las presas y a seguir movilizándoos en la calle porque tenemos trabajo". Aquel gesto recibió múltiples aplausos de los allí asistentes. Aplausos a la etarra Marina y a la etarra Lola.

Dolores López Resino, 'La Lola' aplaudida, era miembro del comando Barcelona y responsable de logística del atentado que acabó en Vic con la vida de nueve personas. Entre los que había cinco niños. También es presa política para La CUP.

La solidaridad es la ternura de los pueblos. Y no existe solidaridad sin empatía con las víctimas. No se puede exigir comprensión con el sufrimiento propio cuando no se entiende que el dolor ajeno precisa de la misma consideración. Existe una mitificación y un romanticismo trasnochado de los procesos de lucha armada en Euskadi en democracia, sin siquiera llamarlo terrorismo, que ha sido adoptado en amplias capas de la izquierda catalana de manera acrítica para extrapolar la represión que dicen sufrir en el procesismo con la sufrida por sus etarras catalanes. La deriva argumental de justificación y exoneración de culpa de actitudes y personajes en sectores de la izquierda alternativa en Cataluña es preocupante, y conviene estar alerta para erradicar este tipo de relatos que son parte del nacionalismo deshumanizador más tóxico que funciona como antesala de la agresión. No podemos permanecer impasibles.

Mantener un perfil propio en la izquierda en un relato intoxicado por la derecha significa no dejarse influir por el ruido y ceñirse a los hechos y la verdad histórica para no caer en complejos absurdos que impidan reconocer la labor de Arnaldo Otegi en favor de la paz sin mitificar su figura. Pero sobre todo, por encima de todo, no elevar al papel de héroes a personajes infectos como Dolores López Resino o Marina Bernardó, que sigue considerando que destripar a gente inocente o asesinar con un tiro en la nuca a Ernest Lluch forma parte de alguna lucha de la izquierda. Eso es miserable, no progresista.

Uno de los lemas históricos de la lucha obrera es "pan y paz". La paz como un bien superior sobre el que sustentar el bienestar y el respeto a los derechos humanos fundamentales. También la vida de quien piensa diferente, por encima de todo. Nadie que aludiendo a una causa suprema se crea en el derecho de asesinar inocentes y defienda en el presente esa posición merece homenaje, sino el más profundo desprecio. Lo contrario no es más que una muestra más del delirio de cierta parte de la izquierda catalana que considera más enemigo a un obrero socialista de la periferia madrileña que a una etarra orgullosa que ayudaba a desmembrar catalanes.