De las 107 noticias en las que aparece el nombre de Luis Medinaen la web de El Confidencial, 30 corresponden al asunto mascarillas. En las 77 restantes las palabras más habituales en los titulares son "descanso", "vacaciones en", "cena con", "presume de" y "conquista a". Mi podio ganador, sin duda alguna, es éste: "Un don juan de corta y pega", "Cuando los guapos van de fiesta" y "Se resiste a abandonar el surf". Ya ven, tengo trabajado al personaje.

Medina es uno de esos hombres que, dirían algunos, no ha tenido suerte en el amor. Que es una manera casposa de concebir estos asuntos. Como si picotear por ahí fuera una desgracia en vida. Aunque ya se sabe que en las clases altas, endogámicas perdidas, hacer una buena boda cuanto antes es fundamental para garantizar el hambre descansada.

Yo más bien diría que Medina donde no ha tenido suerte es en los negocios. Ha intentado un montón de cosas y no ha rematado ninguna. Algo que no parece preocuparle. Porquehace falta mucha seguridad en uno mismo o vivir en un planeta propio para salir a pasear al perro en bata. Y hace falta tener suerte en la vida para vivir en el barrio de El Viso, de Madrid, al lado de Mar Flores, sin oficio reconocido. Ah, que es "bróker de materias primas". Conozco a pocos de esos que posen en un photocall. Enhorabuena.

Este lunes Luis Medina Abascal tuvo que madrugar y abandonar la cama para presentarse a los juzgados de Plaza de Castilla. Se presentó con la seguridad de los que miden más de 1,80, aunque Medina es de los que miran por encima del hombro en el sentido literal y figurado. Dice mucho 'por favor', 'gracias' y 'buenos días' cuando se le acerca la prensa. Y sabe que para acudir a ciertos sitios hay que arreglarse. Rodeado de una nube de fotógrafos, los sorteó con gesto serio, gafas de sol y se sentó delante del juez Adolfo Carretero.

El magistrado, como muchos de los mortales, tiene su propia definición de normalidad, tan alejada de la de estos dos señores que ayer fueron a declarar. No entiende muy bien en qué consisten este tipo de negocios entre espabilaos, jetas con agenda, y lo hace saber en sus respuestas. "¿Y a usted le parece normal ganar un millón de euros por un contacto?", respondió a Medina.

Recurre a cierto sarcasmo como recurrimos otros porque no es cómodo llevar un lanzallamas en el bolso. Cuando razonas que en lo peor de la pandemia, con centenares de muertos al día, con el miedo agarrotándonos los músculos y los aplausos de las ocho, hubiera dos señores pensando que por qué no sacarse unos euros con esto. Y pa la saca. Qué cosas tiene la jerga. Y qué daño hace este asunto al empresario, al conseguidor, al facilitador, al bróker con años de estudios a sus espaldas.

Me gusta mucho Alberto Luceño. Es un decir. Podría venderte una casa, un seguro, o trabajar en una gestoría. Es un tipo gris que lleva la mochila al hombro en la que parece guardar el portátil, quizá algunos papeles y ojalá un sándwich de pavo para matar el hambre a mitad del día.

Es el típico culebra que se cuela por las rendijas al que acabas recurriendo cuando algo te hace falta. Dice cosas de tío que ha aprendido a hacer empresa viendo charlas de motivación y de gente que hace ahora pasta con criptomonedas. Se define así mismo como "agente" y en su discurso habla de márgenes de retribución. También dice que tiene un "tipo de vida medio-alto" (a saber qué demonios quiere decir eso) y asegura que parte del dinero conseguido lo ha vuelto a invertir "para que la empresa viva".

Me quedo muerta.