Quiso ser el discurso del entrenador tras la derrota de su equipo por goleadaen el partido de ida. Quiso ser un intento de repartir cariño, de elevar el ánimo de la sala. Tuvo su tono de épica, vibrante, con frases redondas, aplausos sinceros, las lágrimas contenidas de la diputada Andrea Fernández, el arranque de Patxi López antes de que hablara el presidente, con esa energía que no sabemos de dónde la saca, con ese tono bisbalero: "No pasa nada, máquinas". Algo así.

Pedro Sánchez quiso ser muchas cosas esta mañana de miércoles. Un hombre tranquilo, arrepentido, emocional incluso, empeñado en dar las gracias y en decirle a los suyos que no es tiempo de rendirse. Fue una sonrisa forzada en multitud de ocasiones, la mano colocada a la altura del corazón al principio y al final de su intervención. Como hace un cantante de baladas cuando quiere decirle a su público que los quiere, como se hace en las iglesias para dar la paz. "Gracias, compañeros y compañeras, por el trabajo bien hecho", dijo.

Pero parece haber llegado a un punto en el que solo repite lo mismo. Y quizá es lo que quiere y lo que debe hacer. Recordar lo pasado. La pandemia, el volcán y la guerra. Lo conseguido y lo salvado. Lo sostenido en el tiempo, como la creación de empleo. Lo remitido, como la inflación. Pero eso, lo sabe él como lo sé yo, es una cena de sobras, un revuelto de salchichas con huevos para salir del paso. Es injusto, sí. Pero es lo que es. Por mucho que haya salido con el pelo recién cortado, la melanina al punto, el traje de azul imposible y la corbata de los días importantes.

Quería animar a las tropas y le ha salido bien a ratos. Porque, lo sabe él como lo sé yo, a veces hay que mentir al enfermo y suavizar la gravedad de su estado. Y decirle que todo irá bien. Aunque uno sepa que no, que la analítica será peor que la anterior, que quizá ha llegado la hora de despedirse, pero le pide que aguante un poco más, que todavía tiene que darnos muchas alegrías. Que estamos todos cansados, pero que aún hay tiempo para curar las heridas.

Ha sido una comparecencia rara. Ha dado las gracias por el trabajo desempeñado y ha lamentado los resultados. Aunque de autocrítica, poco. Ha dicho que la decisión de convocar elecciones generalesla tomó con su conciencia. El chiste para los odiadores se hace solo.

Dice que tampoco le costó mucho entender el mensaje lanzado el domingo. Porque, lo sabe él como lo sé yo, los ERTE, la ley de eutanasia, el ingreso mínimo vital, los fondos europeos, la lucha contra el cambio climático, el derecho al aborto, no pesan tanto en las urnas como él quisiera. Que la gente vota a aquel que le haga vivir mejor. Pero que esa idea, la de vivir mejor, no es la misma para todo el mundo.

Ha optado por liderar esto solo. Solo y en compañía del PSOE. Y el resto, como diría mi madre, que arree. Los de Unidas Podemos y Sumar. Los esquerras, los bildus y el resto de socios. Es el socialismo o las extremas. La derecha extrema y la extrema derecha. Varias veces repitió el latiguillo, como hace con la corbata de los días importantes y la terna de azul raro.

Ustedes verán lo que quieren. Si yo o el pasado. Y se puso a repasar, pero sin enfadarse. Cosa que es muy de agradecer en estos tiempos de bronca y amonestación constante: "Tal vez quieran", "acaso pretenden". Él no quiere acusar a la derecha, dice mientras señala con el dedo. Ustedes sabrán la España que quieren, que ya son mayorcitos. E hizo un retrato de película de miedo, pero basada en hechos reales.

Y relató lo que sucederá. No porque sea más listo que nadie ni tenga superpoderes, sino porque lo hemos visto ya, porque lo estamos viendo. En conversaciones con la familia, en los grupos de WhatsApp, en entrevistas en televisión, en redes sociales. Hablar de pucherazo, deslegitimar los resultados y al sistema si fuera necesario. Porque lo es, quieren decirnos. Una emergencia nacional más que la sequía. Hay que echar al okupa de casa. "Ya lo han hecho y lo van a volver a hacer", insistió. Pero el futuro no está escrito, afirmó: "Podemos pararlo por nuestros hijos y por nuestras hijas; por nuestros mayores".

"Vamos a ganar las elecciones". Y una no sabe si aquello fue suero o la extremaunción. Lo que sí sabe es que fue un mensaje para personas adultas.