Tienes prisa y te dices a ti misma: "Habrá que comer". "Haz cualquier cosa, un sándwich, por ejemplo", te responden. Pero escuchaste muchas veces cuando eras pequeña que eso no es comida en condiciones. Sacas la cacerola, la llenas de agua, un puñado de sal. Ya hervirá. Echas la pasta y sabes que dentro de poco estará lista. Nunca aciertas con el maldito al dente, pero cuando hay hambre no hay pan duro, recuerdas. Abres un bote de tomate frito porque el reloj avanza y te ha pillado el toro. Por hoy, vale. Mañana harás otra cosa que te haga quedar en mejor lugar como cocinera. Y ya está.

Macarrones con tomate. Es un plato sin misterio, sin ambición alguna. Que sacia, que sabe rico, que te saca del apuro. Es alimento universalmente aceptado. Le gusta a todo el mundo. Está presente en todos los menús infantiles del planeta. De dentro y fuera de las casas. Ya está, no le busquemos tres pies al gato. Por un día te soluciona la papeleta y sabes que no es de esas cosas de las que jactarse cuando hablas de tus dotes en la cocina.

Y es barato. Baratísimo. Una puede encontrar un paquete de medio kilo de pasta por menos de un euro. Tres bricks de tomate frito te sirven para tres veces y solo cuestan un euro y medio. Recuerda: te salvan de un mal día, de las prisas. No le des más vueltas.

Mariano Turégano tiene 82 años y vive en una residencia de la localidad madrileña de San Sebastián de los Reyes. Hace unos días acudió al pleno del ayuntamiento y protestó por él, por su mujer -enferma de Alzheimer- y por sus compañeros. Con la voz temblorosa, la mascarilla debajo de la barbilla, la parpusa en la cabeza.

Por los 40 grados que hizo en su habitación en las sucesivas olas de calor de este eterno y maldito verano. Por la falta de personal y por tanto de asistencia en esa que es ahora su nueva casa. Por la falta de dignidad, de intimidad, y por la injusticia para una generación que ha peleado por los derechos que ahora disfrutan los concejales del ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes. También usted y yo misma.

Lo recogieron muchos medios. Y de repente, durante unos minutos, sus palabras nos abofetearon. Cómo puede ser, qué horror. "Una sociedad que no cuida de sus mayores blabla", "la pandemia nos recordó blablablá", manifestamos de la forma más dramática y pomposa posible. Y a otra cosa, que hay prisa y los temas se solapan.

Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la comunidad de Madrid, reaccionó ante esta noticia mandando todo su cariño a los residentes y a todos sus familiares. Está muy bien, yo también soy una persona muy cariñosa.

Lo que no sabemos es si luego habló del asunto con Concepción Dancausa, que es la consejera responsable de estos asuntos. No sabemos si harán algo al respecto. Si anunciarán medidas, inspecciones. Si pedirán perdón a personas como Mariano. Hace tiempo que dejamos de pedir explicaciones, de auditar lo que se anuncia, lo que se promete, y ver el porcentaje de cumplimiento de los gestores políticos.

Por el momento, y como premio, a Mariano y a sus compañeros le han echado tomate en los macarrones. Lo ha contado su nieto en televisión, con toda la prudencia del mundo. "Habrá gente para la que le suponga una tontería, pero para él es importante", ha dicho. Y luego ha dado las gracias a todos por el cariño recibido y los testimonios de apoyo de gente que se siente identificada con él.

Porque vivimos en un país con tantos Marianos como macarrones sin salsa en las residencias de mayores. Y, una vez más, no pasará nada.