El lunes pretendía ser amable. Soleado, sin demasiado calor en Madrid, con una ligera brisilla que hacía soportable la espera de más de una hora delante de las escaleras del Palacio de la Moncloa. Delante también de un atril por el que habían pasado, recordó el presidente, personalidades como Joe Biden y Justin Trudeau. "Sois unos valientes", se les dijo a cinco de los asistentes. También se les alabó el coraje. Tampoco nos pasemos, creo yo. Aunque tampoco es de extrañar, porque hoy a cualquiera le llaman genio.

El caso es que la primera en hablar fue Almudena. Escogida en primera ronda entre las más de 250.000 personas que se han dirigido por carta a Pedro Sánchez desde que vive en Moncloa. Escogida en segunda ronda entre las cincuenta que acudieron ayer a decirle a la cara al presidente lo que les preocupa. Qué hay de lo suyo. Ella y otras cuatro personas.

Almudena es de Tomelloso, provincia de Ciudad Real, y trabaja como empleada del hogar. Se estrenó en el atril, con los nervios lógicos, la boca seca, y fue al grano. Qué pasa con sus derechos laborales y con los de sus compañeras. Qué pasa con su derecho a paro. Volvió a su sitio. Le siguieron Naiara, Inés, Rafa y Mireia. Hablaron de cambio climático, de pensiones, obesidad infantil e igualdad entre hombres y mujeres. Si hubiera habido un rider, podríamos decir que Sánchez plagió a Díaz en la presentación de Sumar.

No sé si fueron valientes, pero sí breves. Mucho más que el que los escuchaba, en primera fila. Con la sonrisa puesta, la corbata en el armario, el pin de la agenda 2030 en la solapa. Un anfitrión que se las sabe todas. Que les dice lo mismo a todas. Que ahora quiere ser cercano. Tampoco nos pasemos, creo yo.

Como en tantas otras cosas, la intención fue buena, pero el resultado me pareció desigual. Son bonitos los paseos por casi cualquier jardín, más en un día como el de ayer. Son preciosos los paseos en los que alguien que sabe mucho más que tú de un lugar te lo explica. Aquí hubo una fuente que le gustaba mucho a Machado, aquí hace mucho todo esto era campo. Sentaos sin problema, sentíos ministros durante unos segundos. ¿Veis como no es para tanto?

Está bien que un lunes cualquiera el presidente del Gobierno de tu país decida dedicarte una mañana. O al menos un ratito de ella. Pose para las fotos que luego enseñarás a tu familia. Dirás la impresión que te ha causado. Si es o no guapo de cerca, si es alto, simpático o impostado. Mi madre, en caso de haber acudido, habría valorado la limpieza de las instalaciones y si el bajo de los pantalones estaba bien cosido. Cosas de las que te da tiempo a valorar en una hora y pico con alguien.

Pero Sánchez, que se sabe su chapa al dedillo, les dedicó a los asistentes, más que un guiño, un sermón mucho más largo que el tolerado en una misa en día laborable. Les contó un poco lo de siempre, lesanunció a las empleadas del hogar que a partir de hoy tendrán derecho a paro. ¡Sorpresa!

Volvió a hablar de clase media trabajadora y yo sigo sin saber a quién se refiere. Volvió a decir que España es, después de Birmania, el país con mayor número de desaparecidos. Menos mal que quería ser cercano.

Y mientras, ellos. Almudena, Naiara, Inés, Rafa y Mireia. Escuchando con educación en sus asientos y siendo vapuleados en redes. Que ya sabemos que es solo un porcentaje de lo que pasa, pero fue significativo. Otros cinco que acabarán con paguita, si no la tienen ya.

Como si no acabaran de hablar de temas que inciden en todas y cada una de nuestras vidas. Como si solo formaran parte de la agenda de un maligno sin corbata. Alguien que ya se sabe insultado porque va con el cargo.

A ratos sentí que se les puso a los cinco en el disparadero. A ratos imaginé su alegría mezclada con disgusto cuando al llegar a casa alguien les contara que la ponzoña de Twitter les había puesto a parir. Si es que no lo vieron ellos nada más acabar el acto. Si lo sé me quedo en casa, habría pensado yo, tan sentida como soy para algunas cosas.

Hoy se aprobará el derecho a paro de las empleadas del hogar y este país será un poco mejor. Pero quizá no le prestemos la atención que merece. Estaremos los periodistas más preocupados de las palabras de Carlos Lesmes, de lo que pasará a las cuatro de la tarde en el Senado. Y la desconexión entre la calle y la política seguirá ahí. Como la que hay entre los ciudadanos y los medios de comunicación. Por mucho que hagamos un sarao resultón un lunes soleado de septiembre.