Se trata de una herramienta metodológica que permite a los centros sanitarios analizar y comparar sus actuaciones, al aportar información ecerca de cómo podrían mejorar y reducir las transfusiones innecesarias.

Al parecer, hay dos motivos por los que ha un 50 % de transfusiones en el mundo que se podrían evitar: el primero es porque, a veces los clínicos no se ajustan a las últimas recomendaciones y el segundo porque no han optmizado a los pacientes. Esto significa que no se han puesto todas las medidas para minimizar el sangrado o no se ha tratado su anemia, por ejemplo.

La filosofía de este proyecto, que es un modelo de evaluación en el manejo de la sangre del paciente (MAPBM por sus siglas en inglés) está formada por tres pilares, El primero consiste en pensar que "la sangre del propio paciente es la mejor" y aumentar la producción de glóbulos rojos de la persona a tratar.

El segundo es reducir y evitar "al máximo" el sangrado durante el proceso quirúrgico, que puede hacerse con técnicas menos invasivas como la laparoscopia, o con determinados fármacos, entre otras actuaciones.

Por último, el tercer pilar consiste en "mejorar las condiciones del paciente" por ejemplo con una mejor nutrición, con una rehabilitación correcta, o corrigiendo la insuficiencia cardíaca, en el caso de padecerla, tal y como expone, entre otros ejemplos, Bisbe.

El proyecto se puso en marcha en 2014 con el impulso de un grupo de "líderes clínicos" -entre los que se encuentran hematólogos, anestesiólogos y gerentes que han trabajo en salud pública- y se ha perfeccionado con el paso de los años.

Si cuando nació eran ocho hospitales los que contaban con esta herramienta, ahora son más de 60, entre públicos y privados. Es el campo de la ortopedia, el que ha conseguido reducir más las transfusiones prescindibles.