Advierten, de este modo, que la edad afectada va de los 12 a los 21 años, con especial incidencia entre los 15 y los 18 años y que en verano, periodo en el que las familias pasan más tiempo juntas, es más fácil identificar las señales de alarma.

Y destacan al mismo tiempo la necesidad de prestar atención a si buscan pretextos de forma continua para evitar comer con la familia, que es quizás una de las señales más claras junto con un peso corporal que cambia con demasiada frecuencia y el uso excesivo de la báscula.

Otros cambios físicos que pueden relacionarse con este problema son la palidez en la piel, la caída repentina del pelo o la aparición de vello en el cuerpo, así como el aislamiento durante periodos muy prolongados, dejando a un lado su vida social, las alteraciones bruscas en el humor y una especial sensibilidad en lo momentos de las comidas.

Asimismo, hay que estar alerta si realizan ejercicio físico de forma excesiva, si van al baño inmediatamente después de las comidas, si tienen alteraciones en el sueño, la tensión baja, sensación de frío constante, preocupación excesiva por el peso e imagen corporal y una disminución del rendimiento académico o de la capacidad de concentración.

La detección y combinación de alguno de estos comportamientos en los hijos, debe llevar a contactar con un centro especializado en TCA donde realizar un diagnóstico clínico, una valoración de la gravedad de la sintomatología y optar por un tratamiento adaptado a las necesidades específicas de la persona a tratar, como así recomiendan los expertos.