Para llegar a esta conclusión, examinaron datos de 10 estudios publicados en Estados Unidos, Europa y Asia, que analizaron cómo la ingesta de grasas en la dieta influye en las probabilidades de neoplasias malignas de los pulmones.

Los estudios más pequeños contaron con más de 1,4 millones de participantes e incluyeron 18.822 con casos de cáncer de pulmón identificados durante un seguimiento promedio de más de nueve años.

Con ello, los científicos los clasificaron en cinco categorías, desde el más bajo hasta el más alto consumo de grasas totales y saturadas. También los analizaron según las cantidades más bajas hasta las más altas de grasas insaturadas dietéticas ingeridas.

En general, las personas que comieron la mayoría de las grasas no saturadas tuvieron un 8 % menos de probabilidades de desarrollar cáncer de pulmón que las personas que comieron menos cantidades.

Además, los investigadores observaron que cuando se sustituían en un cinco por ciento las calorías de las grasas saturadas por las insaturadas, se producía un 16% menos de riesgo de cáncer de pulmón de células pequeñas y un 17% menos de carcinoma de células escamosas.