En un informe destinado a emitir recomendaciones para los Gobiernos europeos, la OMS considera que el ruido "es uno de los principales riesgos tanto para la salud mental como la física y el bienestar".

"La contaminación por ruido en nuestras ciudades está aumentando y perjudicando las vidas de muchos ciudadanos europeos. Más que algo molesto, el ruido excesivo es un riesgo para la salud que contribuye por ejemplo a las enfermedades cardiovasculares", según un comunicado de la Organización.

Las recomendaciones establecen determinados niveles que no se deberían exceder para minimizar el impacto sobre la salud, derivado de la exposición de los ciudadanos al ruido, según diferentes fuentes de emisión.

Así, en el tráfico de vehículos se recomienda limitar la exposición a su ruido a 53 decibelios, puesto que "por encima de ese nivel se asocia con efectos adversos para la salud".

Ese umbral máximo se debería situar en los 45 decibelios en horario nocturno y la OMS sugiere que en algunos casos se deberían aplicar "cambios en infraestructuras" para reducir la exposición al ruido del tráfico de vehículos en ciertas áreas.

En cuanto al ruido procedente del tráfico ferroviario, el informe recomienda un nivel máximo de 54 decibelios durante el día, que debería reducirse hasta los 44 en el horario nocturno.

El límite a la exposición del ruido procedente del tráfico aéreo lo sitúa la OMS en 45 decibelios; durante la noche debería no ser superior a los 40.

El procedente de las turbinas eólicas debería limitarse a los 45 decibelios y la OMS no establece recomendaciones para las horas nocturnas porque considera que no todavía hay evidencias suficientes para fijar límites.

La exposición media anual al ruido procedente de las actividades vinculadas al tiempo libre -espectáculos deportivos, conciertos o música en bares o procedente de dispositivos electrónicos o digitales personales- la sitúa la OMS en 70 decibelios durante un período de 24 horas.

Los autores del informe advierten del riesgo de sufrir trastornos en su capacidad auditiva al que están expuestos los usuarios de dispositivos sonoros personales.

Sin embargo, reconocen que no existen pruebas suficientes para sugerir un tipo u otro de intervención para limitar ese riesgo.