Los glóbulos rojos transportan oxígeno y retiran del cuerpo el dióxido de carbono, que es un producto de desecho. Y la hemoglobina permite a los glóbulos rojos transportar el oxígeno de los pulmones al resto del cuerpo.

Así, la anemia por deficiencia de hierro o ferropénica es una enfermedad común y fácil de tratar que se presenta cuando no hay suficiente hierro en el cuerpo. La falta de hierro se debe, por lo general, a pérdida de sangre, a mala alimentación o a incapacidad de absorber suficiente hierro de los alimentos.

Algunas de las consecuencias de padecer anemia es sentirse cansado o débil, falta de aliento, mareo o dolores de cabeza.

"La anemia ferropénica tiene lugar porque hay una disminución del hierro en el organismo. Se pone de manifiesto por pruebas analíticas y por una serie de síntomas, pero muchas veces son propios de la anemia y comunes con otro tipo de anemias", explica Ana Villegas, hematóloga en el Hospital Clínico San Carlos.

La anemia afecta en torno a un 15% de la población mundial y la causa más frecuente dentro de nuestro medio es que hay un aumento de las necesidades. "Esto sucede, por ejemplo, en los lactantes, en los niños en edad preescolar, y en la mujer en la edad fértil por sus pérdidas mentruales, así como en el embarazo, sobre todo en las multíparas si no han recibido suplementos de hierro", apunta Villegas.

Aunque puede ocurrir, también, por una pérdida excesiva de sangre durante la menstruación, por hemorroides, por una úlcera en el estómago o por pólipos en el tubo intestinal ante la pérdida de sangre.

Sin embargo, no todo el déficit de hierro produce anemia, ya que simplemente se puede producir una disminución de los depósitos de hierro del organismo, llamado una 'ferropenia latente'. "El déficit cuando se corrige no produce anemia", remarca.

La anemia ferropénica se combate con una buena ingesta de alimentos que contengan hierro y si las necesidades son importantes hay que tratarlo con preparados que llevan hierro.

Algunos de los alimentos que llevan mucho hierro son las carnes rojas, la morcilla, el hígado, las legumbres, los vegetales, huevos o frutos secos.