Los inhibidores de la bomba de protones son una serie de medicamentos que disminuyen la cantidad de ácido en el estómago. Ahora, un nuevo estudio ha demostrado que pueden aumentar hasta un 20% la posibilidad de enfermedades crónicas renales. A esto hay que sumar el incremento, de hasta cuatro veces más, de sufrir un fallo renal grave. Unos riesgos que crecen, sobre todo, cuando los pacientes han superado los 65 años.

La investigación nace del análisis de los datos de salud de casi 20.000 personas, por la Universidad de Buffalo, en un periodo de 15 años. Unos resultados que acabaron publicados en la revista Pharmacotherapy.

Las conclusiones del estudio, como afirman sus autores, “podrían aumentar la carga financiera para el sistema de salud y para la salud pública en general, debido al incremento global del uso de medicamentos inhibidores de la bomba de protones”.

Esta clase de medicinas son las que más se recetan en Estados Unidos, con 113 millones de prescripciones durante el año 2008. Una cifra que supuso un coste de 14.000 millones de dólares a los pacientes. A esto se le suma el hecho de que, hasta el 70% de las personas recetadas, desarrolla un uso excesivo de lo recetado, sin ningún tipo de beneficio. Al contrario, como avisan los responsables de la investigación, este consumo solo aportaría efectos adversos innecesarios.