Los especialistas detrás de este descubrimiento declaraban que el corazón impreso, de unos tres centímetros, consiste en “células y biomateriales que vienen del propio paciente.” El procedimiento para que el órgano pueda acabar siendo funcional radica en la separación del colágeno y otros biomateriales, de la biopsia tomada del tejido graso obtenido del paciente.

A continuación, este código se reprograma para que resulte en células madre; que se diferenciarán entre células cardíacas y células de vasos sanguíneos. Un procedimiento que, por último, necesitará de un procesado para que sea posible usar bio-tinta de células madre.

Los expertos todavía ven que la impresión de este corazón, equivalente al de un roedor, sería muy básica. No obstante, el siguiente paso se encontraría en hacer que el órgano pudiera bombear; después de que se haya logrado que las células se contraigan. Algo que abriría la puerta a que en un futuro muy próximo pueda utilizarse esta tecnología en el trasplante real en pacientes humanos.

En diez o quince años sería posible que los hospitales contasen con impresoras 3D capaces de producir tejido para los pacientes, que no tendrán que esperar en una lista para su trasplante, o medicarse para evitar el rechazo de este. Porque, como declaraban los responsables de este hallazgo, “los órganos que se necesiten serán impresos, totalmente personalizados para cada paciente”.