Ansiedad, problemas alimentarios y adicciones se perfilan como los trastornos más frecuentes en niños y adolescentes en España, según el informe presentado por el Observatorio Español de la Salud Mental Infantojuvenil (Observainfancia). El estudio, titulado 'Tomando el pulso a la salud mental' y enmarcado en el proyecto EMO-CHILD, fue dado a conocer en la III Jornada Científico-Profesional sobre Salud Mental en la Infancia y Adolescencia, celebrada en la Universidad Miguel Hernández de Elche.

Una visión desde dentro: niños, familias y profesionales

La investigación se ha basado en 187 entrevistas a niños de 8 a 11 años, adolescentes de 12 a 16, sus progenitores y profesionales del ámbito educativo y sanitario. Todos coinciden en que la ansiedad, la depresión, los problemas alimentarios y las adicciones tecnológicas son cuestiones cada vez más presentes en la infancia y la adolescencia.

Los niños asocian estos problemas a factores como la falta de apoyo emocional, la escasa atención familiar y los conflictos en el entorno. Subrayan la necesidad de socializar cara a cara y no solo a través de pantallas, y piden más información y formación sobre salud mental en las escuelas.

La tecnología, entre el riesgo y la oportunidad

Tanto niños como adolescentes reconocen que el uso excesivo de dispositivos electrónicos forma parte de su rutina. Mientras que algunos defienden la necesidad de controles parentales, otros creen que prescindir del móvil o de las redes sociales “no sería un problema” y valoran positivamente las actividades al aire libre y las interacciones presenciales.

Los participantes identifican las redes sociales como fuente de comparaciones, baja autoestima e insatisfacción corporal, y apuntan que la tecnología puede dificultar el diálogo familiar, aunque también reconocen que puede ser útil si se emplea con sentido crítico.

Salud emocional y barreras de acceso a la atención psicológica

La mayoría de los menores consultados considera que acudir al psicólogo es algo positivo, pero también afirman que todavía existe cierto estigma y que hay dificultades económicas y logísticas para acceder a estos servicios. Muchos padres coinciden en que el sistema público no cubre la demanda y que la atención privada es costosa e inaccesible para muchas familias.

Además, los adolescentes manifiestan falta de recursos y formación para poder ayudar a un compañero en riesgo. Incluso quienes conocen casos de autolesión o ideación suicida reconocen que no saben cómo actuar ni se sienten preparados para intervenir.

Acoso escolar, inseguridades y presión social

Los adolescentes advierten de la persistencia del acoso escolar desde edades tempranas, y denuncian que los protocolos educativos “no son eficaces” y que no tienen suficiente información para detectarlo o combatirlo. Además, la presión académica, los conflictos en casa, los malentendidos entre iguales y la necesidad de aprobación social figuran entre los factores que más afectan a su bienestar.

Pese a estas dificultades, tanto menores como adultos coinciden en que buscar ayuda profesional puede marcar la diferencia en la evolución de un problema emocional. Las familias, no obstante, aseguran sentirse desorientadas y sin herramientas para abordar estas situaciones con sus hijos.

Conclusiones: más educación, más prevención, más diálogo

El informe concluye que existe una carencia generalizada de formación en salud mental desde edades tempranas, lo que dificulta la identificación y gestión emocional. Se propone como solución la educación emocional en los centros escolares, implicando tanto a docentes como a familias en la tarea de construir entornos de confianza donde los niños puedan expresar sus emociones sin miedo.

Los expertos alertan de que no basta con protocolos o campañas aisladas: se necesita una respuesta estructural, con más recursos públicos, formación específica para padres y docentes, y una integración real de la salud mental en la vida cotidiana de los menores.