Esta relación puede medirse y representarse como una 'métrica del número necesario para dañar' de 1 muerte extra por cada 82 pacientes que se retrasan entre 6 y 8 horas, según concluye la investigación.

En 2004 se introdujo en Inglaterra el objetivo de 4 horas de espera antes del alta hospitalaria, el ingreso o el traslado y, poco después, en el resto del Reino Unido, para intentar atajar la saturación de los servicios de urgencias.

Otros países, como Canadá y Australia, adoptaron medidas similares. Pero en los últimos años, los resultados han disminuido de forma constante en medio de una creciente demanda de pacientes.

Los retrasos en el ingreso se han relacionado con daños a lospacientes, y los investigadores han querido cuantificar el mayor riesgo de muerte derivado de estos retrasos.

Para ello, compararon las muertes registradas por cualquier causa dentro de los 30 días siguientes al ingreso con las que cabría esperar, teniendo en cuenta una amplia gama de factores influyentes. La tasa de mortalidad fue un 8% superior a la esperada enttre los pacientes que esperaron entre 6 y 8 horas antes de ser ingresados, y un 10% superior para los que esperaron entre 8 y 12 horas.

Las estancias prolongadas en el servicio de urgencias se asocian con el bloqueo de la salida y la aglomeración, lo que puede retrasar el acceso a tratamientos vitales. Y se asocian a un aumento de la duración de la estancia hospitalaria posterior, especialmente en el caso de los pacientes de más edad, señalan los investigadores.

Los autores de este estudio concluyen que los responsables de la política sanitaria deben seguir exigiendo el ingreso a tiempo desde el servicio de urgencias para proteger a los pacientes.