Antoni Van Leeuwenhoek nació en una familia con pocos recursos y sin estudios pero fue su curiosidad lo que le llevó a construir, con tan solo 20 años, su propio microscopio para poder estudiar la composición de las telas que ofrecía a sus clientes de la tienda que su familia tenía.

Pronto comenzó a ver la utilidad de sus propio invento para otras cosas. Así, empezó a observar con su microscopio todo lo que le rodeaba. Así, casi sin darse cuenta consiguió crear el microscopio más avanzado de la época, con el que puedo descubrir pequeños animales dentro de una gota de un lago que sin lo que, en la actualidad, se conoce como bacterias y microbios.

Poco a poco con este ¡gran invento' comenzó a desbloquear los misterios de todo lo que le rodeaba, desde trozos de queso a los complejos ojos de algunos insectos.

En definitiva, este microbiólogo era un curioso por naturaleza que quería ver todo aquello que se escapaba de la vista humana. Llegó a crear lentes con más de 200 aumentos con las que podía examinar capilares o fibras musculares.

Falleció a los 90 años dejándose y su aportación a la ciencia fue tan grande que la Real Academia Holandesa de las Artes y las Ciencias decidió crear un premio con su nombre. Desde 1877 se entregan una medalla Leeuwenhoek cada diez años al científico que haya realizado la contribución más significativa a la microbiología.