Los investigadores utilizaron un análisis computarizado de salud, estilo de vida, datos demográficos y otros factores entre 288.888 adultos que participaron en una encuesta de 2004 a 2013. 

El análisis se centró en las duraciones del sueño y la actividad física, como caminar, nadar, andar en bicicleta, jardinería y otros impactaban en el riesgo de ictus.
Dormir entre siete y ocho horas cada noche y practicar ejercicio entre 30 y 60 minutos de tres a seis veces por semana son conductas saludables que pueden reducir en gran medida el riesgo de ictus en los adultos, según esta investigación. 

Así, los expertos hallaron que las personas que dormían de siete a ocho horas por la noche presentaban un 25% menos de probabilidades de sufrir un derrame cerebral. Quienes dormían más de ocho horas por noche registraban un 146%  más de probabilidades de sufrir un derrame cerebral, mientras que quienes dormían menos de siete horas por noche tenían un 22% más probabilidades de padecer un accidente cerebrovascular.

El síntoma más común del accidente cerebrovascular es la pérdida súbita, generalmente unilateral, de fuerza muscular en los brazos, piernas o cara. Otros síntomas consisten en: la aparición súbita, generalmente unilateral, de entumecimiento en la cara, piernas o brazos; confusión, dificultad para hablar o comprender lo que se dice; problemas visuales en uno o ambos ojos; dificultad para caminar, mareos, pérdida de equilibrio o coordinación; dolor de cabeza intenso de causa desconocida; y debilidad o pérdida de conciencia.